El sonido de lo que posiblemente sea un plato rompiéndose nos saca de la hipnosis. Bajo la escalera, se oyen voces; juraría que son dos fantasmas discutiendo junto a la alacena. Dos espectros rojos con los ojos encharcados que juegan al tira y afloja con la vajilla y el hambre. Mi hermana, -quien asumo, odia los ruidos-, sube el volumen de la televisión justo cuando los cuchillos vuelven a lanzarse y el pestillo de la puerta no es lo suficientemente fuerte como para enmudecerlo
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Andrés Plascencia: la lluvia o la tristeza de dios y Todos los amores el amor
Y si conseguimos por fin un utópico espacio
de expresión corporal
bailando ballet o cantando flamenco
o una pared blanquísima donde colgarnos y exhibirnos
La vida se escribe todo el tiempo
La felicidad de aquel momento es tanta, que no deseas seguir soñando. Te sientes pleno de ver en el rostro de tu hijo esa satisfacción de poder compartir contigo estos momentos que nunca olvidará. Lo abrazas y le hablas al oído: cuando pierdes contacto con la quietud interior, pierdes contacto contigo mismo. Cuando pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo.
De peces y otros puntos
Don Eusebio es el único que se preocupa de que nos convirtamos en hombres y mujeres de provecho. Si no fuese por él, estaríamos todos “boqueando en el proceloso mar de la incultura que baña las costas de nuestra sociedad actual”. Eso no lo digo yo, lo dice él. Dice muchas cosas don Eusebio.
Entre cafés, microrrelato sobre amistad y tiempo por Freddy Santos
Cuando le conocí era un círculo , una curva , un zig zag , una sinuosa senda de esas que no llevan a ninguna parte. Cuando le conocí era un río que remonta arriba , bravío en su empuje y cristalino en sus remansos de paz.
El día que volví a ayer, adolescencia y periodo especial en Cuba
Quince años después, en el noventa y cinco, La Habana se debatía en medio del período especial, un tiempo surrealista en que los ómnibus se convirtieron en camellos y las íntimas en trapos viejos. La carne de res se transmutó en pasta de oca y el pan con algo en pan sin nada. La falta de vitaminas nos volvió más pálidos que el personaje de Lugosi y los cines oscurecieron sus pantallas; no había electricidad para Abbot, Costello, Delon o sus sucesores en el favor del público y de las fancitas.
El regalo, relato de monstruos en pandemia
—Con la nueva normalidad ya no es normal tener monstruos en casa; anda, pon un anuncio en internet a ver si alguien los quiere.
Nevermind
Entonces teníamos padres como emperadores
a los que matar,
padres que nos herían con su ejemplo
y abnegación,
padres que esperaban obstinados
con el miedo a que nos disparásemos en el pie.
Ignorancia, relato de la otredad por Fernando Cabezón
Del establecimiento, sale la dueña con un juguete en la mano y se sienta en el bordillo que hay a la entrada. Los propietarios son chinos. Unos de los tantos que han emigrado desde su país y han importado sus sopas, fideos, ojos rasgados, sonrisas enigmáticas y sentimientos cohibidos.
Pero tú no sabes nada.