Andrés Plascencia, autor mexicano de Querétaro, nos escribió desde Madrid hace un mes para presentarnos su poesía. Joven poeta, autor de un libro de cuentos, estudiante, librero, quizás tecnólogo, bloguero y colaborador en revistas culturales, le damos la bienvenida con estos dos poemas.
De Todos los amores el amor (inédito)
VII
¿Te fijas, cariño, que a mi también me falló el atentado?
(Pedro Lemebel)
Y si la voz mítica ordenara
“ahora os besáis”
en una performance histórica de BDSM
y si decidimos ignorarla contestando
“que te den
voz mítica con forma de pájaro de la noche”
¿qué pasaría con nuestra frágil existencia de líneas y puntos?
Y si conseguimos por fin un utópico espacio
de expresión corporal
bailando ballet o cantando flamenco
o una pared blanquísima donde colgarnos y exhibirnos
se supone que eso es lo más esperado
en las listas de lo mejor del fin de año
una blanquísima pared vacía
una fila de interesantísima gente desconocida
tomándose fotos entre nuestros intestinos
comentando lo trascendentales
radicales
que somos
y cómo el arte conceptual
no tiene parangón en nuestro corazón.
Y si performamos la violencia institucional
que nos ata en raíces profundas y artificiales
en una nueva pesadilla kafkiana que nunca acaba
donde el papeleo sea eterno y eterno y eterno
ad infinitum y ad absurdum y mea culpa y ergo y quo vadis y ab ovo y etc etc etcétera.
La expulsión sería definitiva
por culpa de la cola de serpiente de plástico que me une a ti
como si fuera lo más natural del mundo
después de beber un jugo de manzana negro
como la tinta de sellos y pasaportes
contratos y firmas.
En un golpe de látigo
estás condenado a cuidarme
y me río de tu jaqueca al escuchar mi risa metálica
de grilletes de pesos mexicanos
convertidos a inexistentes euros.
Pobreza de la base estructural de la pirámide
que me insta a actuarte.
La voz mítica entonces ordenará
lo que debiste hacer desde que volé del avión
que es
encurtirme y conservarme en tus alacenas
en un tarro de ti al vacío
en un hoyo de barro profundo debajo de tu huerta
durante noventa días
(como máximo
después la solución es un círculo ¿infinito?
o la expulsión por sucias alcantarillas ¿infinitas?).
La verdad es que ahora siempre seremos tres
además de cualquier otro espectador involuntario.
Parecía un inteligentísimo trato.
Pero ahora creo que /
hemos sido
defraudados.
De la lluvia o la tristeza de dios (inédito)
VII
Igual que roca o rosa, renacemos
(Ali Chumacero)
Tengo que volver
(t)u abrazo es libertad
nos amamos demasiado para dejarnos morir
y sólo podemos conocernos en nuestra unión.
De mi nadir a tu cenit el momento en que me permito amarte
desarraigado extraído buscándote
de la nadería de mí nado hacia tu complicidad
y me esperas flotando en lagos de extraño asombro
callado quieto desnudo.
Me siento en ti y pienso en la inmensidad
con un fuego (un verbo) que trate de abarcarte.
Y mientras al sol caliente te secas
quiero cortar el silencio que nos nubla
acariciar por un segundo su textura monocromática
y encender la imagen reflejada y fija de tu amor.
Sin embargo la muerte nos mira desde la otra orilla
aquella a la que a acercarnos no nos atrevemos
y te digo de nuevo:
¡vámonos
que no está aquí nuestro destino!
***
Y aunque nuestra duplicidad se desdibuje por un segundo
hablamos de lo que no se nombra
antes de que se convirtiera en quimera
(o más bien:
quimerizamos lo que antes se ha nombrado
y lo convertimos en polvo
buscando su inmortalidad)
durante este largo y extranjero verano
fuimos lo más humanos que pudimos
olvidando esta
nuestra soledad.
***
(o más bien:
soñé con sueños de levadura
que se alzaban entre las raíces
soñé con el corazón verde
desangrándose sobre mis labios
soñé que me cortaba las manos
y savia pegajosa me hundía a la tierra
soñé que nacía de ella la tierra
alzándome hacia el cielo
como un chopo desnudo
soñé una flor que me pedía callada que muriera ya
que volviera al suelo
a la almohada de trigo y centeno
que tantos sueños alimentó.
Y entre esa naturaleza inaudible
te soñé a ti
inmóvil o inmortal
recordándome que todo lo que soy
todo lo que sueño
te pertenece
como al amanecer le pertenecen nuestros ojos).
Andrés Plascencia, podéis encontrarlo en Cómo me hice lector y en Twitter. Nacido en Querétaro (México) en 1996, es autor del libro de cuentos “Ciudad Real o una vida de mentiras”. Actualmente vive en Madrid, donde estudia el grado de filosofía en la UNED.
Imágenes : pintura hiperrealista de Mike Dargas