Gomorra, de Roberto Saviano: crónica de estados fallidos

Imagen del escritor italiano Roberto Saviano, autor de Gomorra

He dejado pasar dos semanas desde que terminé de leer Gomorra, necesitaba tomar distancia para entender lo que acababa de ocurrir. Gomorra, la opera prima del escritor italiano Roberto Saviano, no es una novela y sin embargo contiene más ficción e improbabilidad que cualquier historia de asesinos y entorno sumergido en la locura que podáis abordar.

Entré en Gomorra sin saber que no era una novela, pensé que surgirían los personajes de la película que tomó parte en el festival de cine de Cannes y que éstos habrían inspirado también la serie de HBO, ninguna de las cuales he visto para no desvirtuar mi propia percepción del libro.

Busqué algún personaje entre los que acompañan a Roberto Saviano por las calles de Nápoles en la primera mitad del libro pero no, no se consolidan como protagonistas, son personajes de carne y hueso que subsisten o triunfan fuera o dentro del Sistema -para triunfar hay que estar dentro- y es éste el gran y único protagonista de la historia.

Un Sistema económico que orbita en torno a la delincuencia de los clanes y familias que los dirigen en Nápoles, Sicilia y los pueblos de la provincia entera de Caserta.

Un Sistema que en Gomorra se nos presenta detalladamente en su desarrollo, desde la importación de productos de moda falsos a la manufactura “legal” en talleres clandestinos para las grandes marcas de moda de Milán, desde la droga que entra por distintos flancos hasta su distribución fuera de los barrios para los clientes más pudientes en una suerte de entrada en los canales de normalización y gran consumo, desde la compra de concursos públicos de construcción hasta la edificación de villas y el aprovisionamiento de todos los materiales a través de las empresas afiliadas, desde la venta de marcas de alimentación conocidas en todos sus dominios -en el mismo monopolio que ostentan los materiales de construcción- hasta la internacionalización de alguna familia en Escocia para invertir legalmente en ocio y hostelería y retornar los beneficios para reinvertir en el lado oscuro de Italia en una perfecta retroalimentación – majestuoso centrifugado de capitales -, desde la defensa de un capo en los juzgados por un miembro de una alta comisión nacional contra la mafia hasta la gestión infinita de grandes superficies arruinadas y compradas a precio de saldo para convertirlas en basureros de desechos tóxicos provenientes del norte de Italia, cuyos servicios logísticos también gestionan.

La profusión de nombres, hazañas criminales, éxitos profesionales dentro de los clanes, procedimientos de extorsión y asesinato, delitos y finales desafortunados es tan amplia y abrumadora que a veces pedirías un respiro pero la violencia institucionalizada y el Estado fallido en que Italia se ha convertido a causa de la camorra no dan respiro y Roberto Saviano lo sabía.

En este punto, un inciso para preguntarnos si el país del que cada lector es nacional es un Estado fallido por cualquier motivo o si sólo lo imputamos a los demás.

Niñas de quince años acribilladas accidentalmente por automáticas Kalashnikov porque estaban hablando en una calle y tarde cualquiera equivocadas en la Sapienza, soldados vocacionales -cuántos no lo son- que viajan a un pueblo de Rusia a conocer y hacerse fotos con el insigne inventor Mikhail Kalashnikov, individuos a quienes rajan decenas de veces, lanzan a un pozo y tiran granadas de mano para que las paredes se desplomen sobre ellos y los entierren quién sabe hasta cuándo, otros a quienes sientan en una silla en la playa y les meten arena en la boca hasta hacerles tragar, vomitar y ahogarse, todo a la vez, tiros de gracia en la tráquea y en la nuca sin alardes y sin empuñar el arma horizontalmente como en la películas americanas, porque se falla el tiro, se da en el abdomen o en las piernas y hay que pegar el tiro de gracia, doloroso e innecesario para todos.

Roberto Saviano creció con el riesgo de mirar para otro lado y vivir en la medida de lo posible, posiblemente huir, pero en uno de los capítulos finales escupe su rabia y rechazo ante cualquier rendición, se enfrenta al universo paralelo -o no- que le rodea, la ficción infinita y circular que todo abarca y decide pincharla pase lo que pase.

El escritor italiano apela al deber del ser humano de denunciar el horror y la barbarie, en este caso tan visibles como ya insertos en los engranajes institucionales, empresariales y vitales de la propia sociedad.

Apela a esa última oportunidad y a la valentía de un hipotético Estado de derecho que evite el caos definitivo, algo que no es obra de conspiranoides sino que cada vez toma más posición en numerosos países del mundo. Cuidémonos del individualismo, la negación, el odio digital, la desinformación y la falta de interés por conocer.

J.Félix González-Encabo @profesorjonk


Os aconsejamos la entrevista de Roberto Saviano en El ojo crítico de RNE 3 el 27 de enero de 2022, con ocasión de la publicación de su novela gráfica “Todavía estoy vivo”.

Una vez vista la película “Gomorra”, de Matteo Garrone, no podemos dejar de prescribirla… después de la obra de Saviano.