En cierto modo, C. Tangana lanzó el pasado viernes el disco de su consagración volviendo hacia lo básico, mirando al pasado, mezclando, respetando y divirtiéndose y sorprendiendo con absolutos maestros del rock latino, el flamenco, el pop flamenco, la bossa nova, el son cubano, la canción regional y la de autor indie mexicanas… !
Autor: J. Félix González-Encabo
No podemos elegir una canción porque todas, las de melodías pop pasadas por el punk y las más sucias de su lado hardcore, dejaron una huella importante y sería injusto hacerlo. Sin embargo, queremos recordar su primer album, “Bleach”, y su tercer y último álbum de estudio -salvando el de caras B, “Incesticide”- “In utero”, ambos injustamente a la sombra de los exitosos “Nevermind” y “Nirvana MTV Unplugged”.
Resulta sorprendente cómo maneja moralmente a los demás, cómo aniquila todo atisbo de esperanza, cómo conduce la conversación y los chistes -siempre tendentes a la necrofilia-, cómo cuando has escuchado y has asumido tus culpas y miserias, la mercancía que permanece en stock, él se siente fortalecido y al cabo sonríe inconscientemente con malicia.
Entonces, un rato después eres capaz de odiarlo por el fardo de tristeza que carga sobre tus hombros, pero cuando duerme y lo miras, comprendes que tiene la madurez y la mente de un niño que se rechaza a sí mismo.
Y eso, amigos míos, constituye una mezcla peligrosa.
“El hoyo”, una novela corta, un relato largo, un libro-cuaderno autoeditado y disponible en Amazon, para mí sin duda una pequeña gran obra de culto que estaba esperando hacía tiempo. Yo, que sólo leo autores desaparecidos, firmas de peso ocultas en internet y/o miradas lejanas, de otras latitudes que a veces me son afines por tanto viaje pero que tienen otra música.
Hace buena noche pero no sé lo que llevo puesto, no soy consciente de mí mismo, crucé la plaza como un espectro de vuelta a su hogar tras el gran aquelarre, todo me trajo hasta aquí, estoy a un mes de los exámenes a los que no me presentaré una vez más, mis padres desconocen mi vida y yo desconozco las sorpresas que ésta me depara, camino del fracaso absoluto, yo que tanto.
Nathaniel Rateliff -acompañado de su banda The Night Sweats- es un animal de blues rock, soul, americana y folk rock que muestra impúdicamente su gran barriga diciendo “venid a por mí, veamos quién tiene mejor directo y mueve más”.
Y le hemos seguido porque confiamos en su brújula, porque su música no entiende de prejuicios, porque “no tengo dueño, no soy tu esclavo, un poco tuyo y de todo el mundo”, porque tiene un bello dolor que compartir. Le hemos seguido solteros, enamorados, divorciados, con hijos, solitarios, en los momentos álgidos y cuando hemos caído con todo, en la presuntuosa juventud y en las primeras canas y dolencias, en la pérdida de seres queridos y el amor de los nuevos.
Toca adentrarse en los sonidos de África, en breve publicaremos un artículo sobre los músicos y cantantes más inspiradores de este continente, vital, joven y alegre a pesar de sus penurias, que en 2050 doblará su población actual y que presenta un océano de posibilidades desconocidas, por supuesto también a nivel cultural.
Ella devuelve las pelotas con parquedad y esa cortesía que permiten los monosílabos. Se entretiene observando el extrarradio anaranjado de la ciudad, los edificios lejanos y las planicies de tierra, margaritas y basura próximas a la M-40.
Una furgoneta amarilla conduce muebles a alguna parte, unas cuerdas sujetan la puerta, el conductor sacude la cabeza rítmicamente. Le dejan atrás y el taxi alcanza velocidad, en la radio resucita una copla.
No me importa llorar
No me importa reír desencajado
Bajo esta puta mascarilla
No me importa la tristeza
Estuve en el límite y no me gustó
Me tuvieron 25 horas
Haciéndome preguntas y metiéndome drogas
Si cerráis los ojos, la voz de Josh Teskey os llevará a los mejores cantantes de blues y soul que hayáis podido escuchar pero hay un pequeño detalle que nos choca : se trata de un tipo con cara de niño, pelo rubio largo al estilo Brad Pitt en “Thelma y Louise” y es australiano.
La noche terminó cenando y bebiendo a las intempestivas once frente a una mesa en la que expandía su halo el mítico Panenka, rodeado por su cohorte de atractivas mujeres rubias arrebujadas en pieles. Incrustadas, apretadas, dibujadas, deseadas en pieles.
Panenka es un loco que un día se saltó las normas y se jugó la gloria y el destierro a cara o cruz y ganó. En las cosas importantes no cabe la tibieza.