Confesión: sufro cierta adicción por las historias turbias. No, mejor no, rectifico. Gozo con mi adicción a las historias turbias. Sí. Mejor así. Y con El hijo (Muñeca Infinita, 2022), la perturbadora novela de Gina Berriault (Long Beach, California, 1926-1999) mi adicción se ha colmado.
novela
“No hablaría de perdedor. Hay una épica de quien, a pesar de todo, se levanta del suelo y sigue luchando. Pero es que no hay otra. Todos vamos en busca de una idea de belleza, de esplendor…”
Es difícil escribir de Putas para Gloria, el mítico libro de William T. Vollmann (Los Ángeles, 1959), sin decir más de lo debido. El argumento es el malvivir de Jimmy en el Tenderloin, un barrio de prostitución y drogas, mientras espera/invoca a Gloria. Pero ¿es esta una novela sobre la espera? Creo que no.
Ian McEwan ha ido derivando de un erotismo voyerista, pasando por cierto moralismo, hasta llegar a una narrativa llena de sátira social y tan politizada como divertida
Kent Anderson fue miembro de las Fuerzas Especiales A-101 Mai Loc de ese ejército. Compasión por el diablo es una novela. Kent Anderson es real. ¿Será esta una novela basada en hechos reales? Creo que los altos mandos del ejército de entonces y los políticos del momento preferirían que no. Pero me temo que sí.
Al comienzo de la Gran Guerra, con veinte años de edad, Joseph Roth se enlistó en el cuerpo de voluntarios. Estuvo en el frente durante ocho meses y formó parte de las fuerzas de ocupación en Ucrania. Después de ser apresado y pasar un tiempo en la cárcel logró escapar y viajó a Viena. Ahí comenzaría la vida errante de Roth.
Empezar una novela de Chris Offutt es como saltar desde un trampolín olímpico, no se puede empezar “de a poquito”: en unos segundos quedas completamente sumergida. Primer capítulo, 3 páginas: un personaje, una colección de sueños rotos y de contradicciones morales, cierto hastío vital epidé(r)mico, la tan cotidiana necesidad de evasión y el capitalismo más impúdico expulsando a los no elegidos.
Mary, la huérfana. Mary, la medio hermana. Mary, el ojito derecho papá William Godwing (y también su seguro de vida económico una vez se escapa con Percy B. Shelley). Mary, la que gustaba de encerrase a leer en el cementerio junto a la tumba de su madre (Godwing la enseñó a leer siguiendo las letras de la lápida de Saint Pancras): “los cementerios le pertenecían por derecho de escritura, eran su zona literaria”. Mary, la amazona precursora de la sci-fi. Mary, la del respeto a la muerte desde el no-temor a la muerte.
Cerrar un libro y querer volver a empezarlo. En el mismo momento en que lo cierras. Decirte “ni hablar, yo de aquí no salgo”. Imaginar que todavía no conoces a Eileen, Cowboy y Jim (a Sandino sí, claro) y que vas a poder (re)descubrirlos poco a poco y otra vez.
El mejor Offutt regresa a Kentucky, a las montañas de los Apalaches, al barro que succiona las botas, a las puertas mosquitera y las armas como prolongación natural de las manos. A las lechuzas, las serpientes, las zarigüeyas, las mulas como poste (sic) de un porche…
Desde el Puerto de Navacerrada, controlado por la República, hasta La Granja, en manos de los franquistas, se extiende una extensa tierra de nadie. Un grupo de guerrilleros dirigidos por el dinamitero norteamericano Robert Jordan, desde una cueva junto a Siete Picos, planea volar el Puente sobre el río Eresma para truncar el avance de los nacionales.
José Sacristán se nos aparece barbilampiño, enfundado en un jersey rojo de cuello alto y americana de pana marrón, abajo vaqueros azules y zapatos de piel. Vaso de whisky. Tan setentero, tan en su modo y en el modo Delibes, tan urbano y alejado del mundo, tan banderas de nuestros padres a los que hemos querido… que nos alumbra y acongoja indistintamente a lo largo del monólogo en un escenario de muebles polvorientos y desastrados, grises azulados como la vida tras la pérdida física del verdadero amor.
“El hoyo”, una novela corta, un relato largo, un libro-cuaderno autoeditado y disponible en Amazon, para mí sin duda una pequeña gran obra de culto que estaba esperando hacía tiempo. Yo, que sólo leo autores desaparecidos, firmas de peso ocultas en internet y/o miradas lejanas, de otras latitudes que a veces me son afines por tanto viaje pero que tienen otra música.
Y esto se deja ver en su concepción literaria que le ha llevado a ser uno de los puntales en la regeneración de la narrativa de nuestro país. Una batidora donde mezcla, con un manejo del lenguaje endiablado, quarks y leptones con Borges, el cine americano, la cultura Pop y Punk y el jamón ibérico de pata negra.
Hay que recuperar la libertad de expresión en un sentido real, que la gente deje de tener miedo a decir lo que piensa de verdad, y no esté tan preocupada de nadar sólo en las corrientes de opinión. Y también debemos ser lo suficientemente inteligentes como para aprender de quienes no piensan como nosotros y aceptar que habrá cosas en las que estén en lo cierto.