Se me ocurren pocos novelistas británicos actuales tan cultos y capaces de mostrar la versatilidad de Ian McEwan, situado por la prensa especializada de su país entre los cincuenta mejores escritores y las cien personas más influyentes a nivel cultural en el Reino Unido.
Ian McEwan ha ido derivando de un erotismo voyerista, pasando por cierto moralismo, hasta llegar a una narrativa llena de sátira social y tan politizada como divertida, en la que se mezclan la racionalidad irónica y el arte puro.
Para concretar todo eso, voy a centrarme en dos obras muy significativas en su carrera: “Chesil Beach” y “Cáscara de nuez”, que nos muestran la evolución de la pareja en el Primer Mundo en los últimos 50 años.
Los protagonistas de “Cáscara de nuez” -cuya acción tiene lugar en 2015-, Claude y Trudy, son individualistas y ambiciosos. Buscan el placer, la satisfacción de sus deseos por encima de todo. En cambio, la pareja de “Chesil Beach” cargan con la represión propia del comienzo de los años 60, el pudor, pero también son personas con valores -como la lealtad a la familia, por ejemplo-.
“Chesil Beach” es una noveleta que describe el deseo de independencia de dos jóvenes -Florence y Edward- que llegan vírgenes al matrimonio, y las dificultades de esa noche de bodas en la que la chica se siente violentada y no sabemos por qué. En algún momento de la historia se insinúa que el drama de Florence viene provocado por el supuesto abuso por parte de su padre en la adolescencia.
“Cáscara de nuez” es un Hamlet moderno: el drama consiste en la traición de un hermano a otro. Y desde el principio McEwan juega divinamente a despistar al lector con este arranque: “Así que aquí estoy, haciendo la vertical dentro de una mujer”. Nos perdemos durante unos segundos tratando de imaginar cómo un hombre puede haber penetrado a una mujer haciendo el pino, cuando en realidad es un feto el que está hablando. De hecho aquí el sexo no tiene mayor importancia, incluso si es parte fundamental de la traición, de la misma forma que ha perdido peso en nuestra sociedad del siglo XXI.
Lo curioso es que, según confesó el propio McEwan, la idea del embrión narrador se engendró (valga la redundancia) de la siguiente manera: estaba charlando con su nuera embarazada sobre el bebé y era como si él notase la presencia de éste. Se le ocurrió tomar unas cuantas notas y, poco después, en medio de una reunión, surgió esa magnífica primera frase. Hace falta ser un genio para poder desarrollar una novela desde ese simple punto de partida. De igual forma que hay que ser muy imaginativo para divertirnos poniendo al embrión a usar el cuello del útero como una trompetilla, emborrachándolo cuando su madre bebe o quejándose de los empujones que le da su tío cuando tiene sexo con su madre.
Pero no sólo sorprende el sentido del humor, sino también la originalidad: hay otras novelas narradas por un feto, pero sólo ésta lo combina con la tragedia deHamlet.

Para mí, los personajes de “Chesil Beach” son más complejos que los de “Cáscara de nuez”, pero aquí gana la trama -como corresponde a un thriller. Y digo que los personajes son más planos con la gran excepción del embrión, que es un sabihondo porque escucha podcasts en compañía de su madre y es un entendido en mil temas: el auge de los nacionalismos, la pérdida de los valores de la Ilustración, el calentamiento global… Ese feto resabiado resulta bastante cómico y a la vez -y aquí viene el arte de Ian McEwan- perfectamente creíble.
En “Cáscara de nuez” es la espera y los preparativos del asesinato por parte de la esposa y el hermano los que crean la tensión. En “Chesil Beach” el lector está en ascuas poque conoce los pensamientos de los novios y sabe que la consumación es tan crucial como difícil:“[ El problema de Florence] era mayor, más profundo que la aversión física: todo su ser se revolvía contra la perspectiva del coito y la carne; su compostura y su felicidad esencial estaban a punto de ser violadas”. Me parece impresionante que McEwan consiga preocupar a lectores liberados, como somos hoy en día, por una simple relación sexual.
La novia, Florence, le propone a Edward que convivan sin sexo. Ella no le da importancia al adulterio, pero a él no le cabe en la cabeza. En cambio, en su madurez Edward comprende que ha perdido la vida por respeto, y por no reaccionar e ir en busca de ella. Por el contrario, cuando acabamos “Cáscara de nuez” nos llevamos la impresión de que Trudy y Claude han arruinado su vida por el motivo contrario, precipitándose e imponiéndose a los demás.
En definitiva, podríamos resumir este sucinto perfil de Ian McEwan diciendo que en muchas de sus novelas analiza a fondo la complejidad y la frustración de las relaciones personales. Y eso lo logra dentro de varios géneros y equilibrando a su gusto los diferentes elementos de una obra.
Como digo, un gran novelista.
Paqui Bernal
Filóloga, Máster en Creación Literaria, narradora y articulista, hoy damos la bienvenida a la catalana Paqui Bernal.
Después de publicar varios cuentos en revistas literarias, en 2021 publicó “La mirada vaciada” con Nova Casa Editorial, una novela que explora las relaciones de poder en el seno de una pareja heterosexual mixta (spoiler: a diferencia de los relatos mainstream, él es la víctima).