Le sorprendió sobremanera ver abierta la librería de viejo un domingo; a fin de cuentas, no existía una combinación más mortecina y aburrida que la de Oxford y un domingo. Siempre pensó que los domingos eran unos días infames que había que dejar transcurrir y pasar de puntillas, pero es que allí alcanzaban la categoría, como escribió en algún sitio Baudelaire, de domingos desterrados al infinito.

Trooper viene a significar en castellano soldado de caballería, y la canción hace referencia a un episodio marcado con letras de sangre en la Historia militar británica. Entre 1853 y 1856 se estaba disputando la guerra de Crimea entre el Imperio Ruso y una entente de otomanos, franceses, británicos y del reino de Cerdeña unidos para aplacar las ansias expansionistas de los Romanov.

Desde el Puerto de Navacerrada, controlado por la República, hasta La Granja, en manos de los franquistas, se extiende una extensa tierra de nadie. Un grupo de guerrilleros dirigidos por el dinamitero norteamericano Robert Jordan, desde una cueva junto a Siete Picos, planea volar el Puente sobre el río Eresma para truncar el avance de los nacionales. 

El presidente de la FIFA, Jules Rimet, había abandonado su palco unos minutos antes del encuentro para practicar su discurso de felicitación, que sólo había escrito en portugués. Rimet obvió la ceremonia que tenía preparada y al cruzarse con el capitán uruguayo Obdulio Varela, le entregó el trofeo de tapadillo sin decirle una sola palabra, sin más alarde que estrechar la mano del campeón del mundo. En la foto parece que entrega una urna con cenizas más que La Copa del Mundo.

Otra cosa es que en el fondo de nuestra vanidad y nuestra miseria deseemos y empaticemos con dioses que nos recuerden a lo peor de nosotros mismos. Dioses populares que compartan nuestras debilidades. Que no sean ejemplares. A los que les baste su genialidad. A los que les gane su arte pero les pierda su vida. Nos resultan más fáciles de asimilar porque apaciguan nuestras flaquezas. Dioses humanos, demasiado humanos. Firmaría por ver a Nietzsche y a Galeano platicando sobre el tema.

En una jornada de pesca en 1939, Howard Hawks se lo espetó a Hemingway, tocando la fibra monetaria de un escritor siempre ávido de dinero para mantener su tren de vida:
“Ernest, eres un maldito estúpido. Necesitas dinero, ya sabes. No puedes hacer todas las cosas que te gustaría hacer. Si yo gano tres dólares en una película, tú te llevarías uno de ellos. Puedo hacer una película con tu peor historia”.

El blanco móvil fue adaptado, en 1966, para el cine por uno de los mejores guionistas de Hollywood, William Goldman. Este fue su primer guion y consiguió con él el Premio Edgar, lo que le abrió la puerta para escribir otros grandes guiones, entre ellos Dos hombres y un destino –también con Newman- por el que obtuvo su primer Óscar.

La película se estrenó en España en pleno proceso sucesorio de la jefatura del Estado desde la dictadura franquista hasta la monarquía borbónica; estaba prohibido que, en ningún título de obra, evento, etc. saliera la palabra “rey”, para evitar susceptibilidades, suponemos de Juan de Borbón, quien fue hijo de rey y padre de rey pero nunca fue hombre que pudo, aunque quiso, reinar.

Me confieso mitómano de Audrey Hepburn, por lo tanto desisto de ser objetivo al analizar su inigualable elegancia y su memorable interpretación. Baste decir sobre la validez de mi juicio que cuando Audrey Hepburn murió, al día siguiente fui a clase, yo que no era muy de ir a clase, a la facultad de negro riguroso, y eso que ese día no había ninguna fiesta programada de The Cure.