El hombre que pudo reinar (The man who would be King) es un relato de Rudyard Kipling (1865-1936) que fue llevado al cine en 1975 por John Houston.
La película se estrenó en España en pleno proceso sucesorio de la jefatura del Estado desde la dictadura franquista hasta la monarquía borbónica; estaba prohibido que, en ningún título de obra, evento, etc. saliera la palabra “rey”, para evitar susceptibilidades, suponemos de Juan de Borbón, quien fue hijo de rey y padre de rey pero nunca fue hombre que pudo, aunque quiso, reinar.
La película en vez de titularse El hombre que quería ser Rey o El hombre que quiso ser Rey, como tradicionalmente se había traducido el cuento de Kipling, se dejó en un más timorato y sugestivo cinematográficamente El hombre que pudo reinar.
La película en vez de titularse El hombre que quería ser Rey o El hombre que quiso ser Rey, como tradicionalmente se había traducido el cuento de Kipling, se dejó en un más timorato y sugestivo cinematográficamente El hombre que pudo reinar.
Kipling (1865-1936) fue un grande de las letras inglesas. Hijo del colonialismo, nació en el raj de la India, forma de gobierno que se extendió en el subcontinente asiático desde 1858 hasta 1947, esto es, toda la vida del autor.
Los ingleses no fueron los primeros en llegar a la India, pero sí quienes mejor la explotaron. Los portugueses, como en tantas y desconocidas cosas, fueron pioneros asentándose en 1510 con el mítico Alfonso de Alburquerque (conocido en Portugal aún hoy como el César de Oriente) hasta que perdieron su último territorio en 1961.
Cuando los ingleses llegaron a la India, a comienzos del siglo XVII, la hegemonía comercial marítima era de holandeses y portugueses (en la órbita de los Austrias por entonces). Los ingleses copiaron el modelo mercantil holandés y en 1600 constituyeron, bajo privilegio real, la Compañía Inglesa de las Indias Orientales (EIC), una sociedad anónima auspiciada por la Corona inglesa; un país sin bandera dentro de otro país con muchas banderas; una sociedad poderosa con una patente de libertad de movimientos que la Corona no debía hacer dando la cara directamente, pero sí podía hacer la compañía con la anuencia y la complicidad de la Corona. Todo ello, sumado a sus habilidades en el combate naval y a una artera diplomacia, que siempre ha caracterizado a los ingleses, les llevó a hacerse los dueños y señores de un vasto imperio colonial cuya joya fue el Reino de la India.
Este modelo tuvo su sucesión natural en El Raj británico, raj en hindi significa literalmente Gobierno, que fue la fórmula colonial de Gobierno de la Corona británica entre 1858 y 1947; abarcó lo que era conocido como «India Británica» constituido por las actuales India, Pakistán, Bangladesh y Birmania; los Estados que eran gobernados por reyes hindúes bajo tutela británica, se conocían como Estados Principescos. Este sistema de gobierno fue instituido tras la rebelión india de 1857, momento en que las posesiones territoriales de la British East India Company pasaron nominalmente a la reina Victoria[] (quien en 1876 fue proclamada emperatriz de la India) hasta 1947, cuando el Imperio de la India británica se partió en dos Estados: la Unión de la India (más tarde la República de la India) y el dominio de Pakistán (más tarde la República Islámica de Pakistán, cuya parte oriental se convirtió posteriormente en la República Popular de Bangladesh). En 1858, la Baja Birmania ya era India británica; la Alta Birmania se anexionó en 1886 y el resultado final, Birmania, fue administrada como una provincia autónoma hasta 1937, cuando adquirió estatus de colonia británica separada, alcanzando su propia independencia en 1947.
En 1880 la población del Raj, que era de 100 millones en 1600 y se mantuvo bastante estable hasta el siglo XIX, llegó a 255 millones de acuerdo con el primer censo de la India realizado en 1881.
Pero el dato más revelador es que el censo de 1861 reveló que la población inglesa en la India era de 125 945 personas. 41 862 eran civiles, en comparación con cerca de 84 083 oficiales y soldados del Ejército.[] En 1880, el ejército indio estaba formado por 66 000 soldados británicos, 130 000 nativos, y 350 000 soldados de los ejércitos principescos.
Por tanto, es reseñable y admirable, con independencia de otras consideraciones, la capacidad del ejército inglés para controlar un tan vasto territorio.
Pero obviamente, un territorio tan inmenso y con tantas dificultades de comunicación, fue terreno ideal de cultivo para el imaginario de hombres que quisieron ir más allá de las convenciones y que no se limitaron a soñar con tener riquezas y poder.
Kipling utiliza esta realidad, que mezcla con la mística de la India, para crear a dos personajes inolvidables. Dos soldados ingleses que pretenden llegar adonde nadie ha llegado y crear su propio reino. Dos hombres versados en armas, con dominio de lenguas y con el suficiente arrojo y espíritu aventurero y pendenciero para emprender una odisea de final siempre incierto.
Kipling era un hijo de su tiempo. Nacido en la India, vivió en ella sus seis primeros años de feliz niñez y otros siete de periodista, entre los 18 y 24 años, cuando escribió el relato de El hombre que quiso ser Rey.
La India le marcó para siempre y su obra está ambientada allí, convirtiéndose en un escritor inmortal que nos viene a la mente simplemente con citar El libro de la Selva o Kim. []
Kipling aparece en el relato, aunque innominado es un trasunto suyo, como un periodista que trabaja en Lahore (1) que conoce a los protagonistas, le cuentan sus pretensiones y bucean en su biblioteca, de información muy parcial, para informarse por la zona a la que quieren ir a reinar. Acabada la aventura, dos años después uno de los militares vuelve a ver a Kipling, le cuenta sus avatares y termina el relato.
La escritura de Kipling es la de un hijo del colonialismo inglés. Un blanco inglés que se ve superior a las demás razas y culturas, heredero de una misión laica pero cuasi evangelizadora para con el mundo, reforzada por su condición de masón, que será el nexo de unión con los soldados en el relato.
Un darwinista social que simpatiza con la idea preponderante de que está en la obligación de educar al ser inferior y salvaje, que aún vive en la edad infantil de su evolución, frente a la edad madura de la cultura inglesa.
Una visión convencida, puede que no pretendidamente racista ni supremacista, pero auto justificada en una unidad de destino en una superior, paternal y sacrificada encomienda de tutela y educación.
Desde esta visión determinista construye el relato. El propio Kipling, con 20 años entró a formar parte de la logia masónica Esperanza y Perseverancia nº 782 de punjad (2) y con 31 años, ya reconocido como Poeta del Imperio, no se escondió política ni poéticamente con obras como La carga del hombre blanco o Recessional, de la que reproduzco y trato de traducir una estrofa:
Take up the White Man’s burden / Asume la carga del hombre blanco…
Send forth the best ye breed / Envía a los mejores de tu raza…
Go bind your sons to exile/ Amarra a tus hijos al exilio (3)
To serve your captives’ need;/ Para servir a las necesidades de tus cautivos;
To wait in heavy harness, / Para aguardar con tu pesado arnés,
On fluttered folk and wild / sobre gente agitada y descontrolada
Your new-caught, sullen peoples, / a tu nueva captura, pueblos huraños,
Half-devil and half-child. / Mitad demonios y mitad niños.
Nuestros dos protagonistas, Dravot y Carnehan, deciden convertirse en reyes de Kafiristán (4), una parte remota de Afganistán, porque la India no es suficientemente grande para ellos.
Se arman de veinte fusiles Martini- Henry (5), armas oficiales del ejército británico, y ante el propio Kipling firman un pintoresco y muy british juramento:
“Que yo y tú resolvamos este asunto juntos: ser reyes en Kafiristán.
(Dos) Que tú y yo, mientras se resuelve este asunto, no miremos ningún licor, ni ninguna mujer negra, blanca o morena, para no causarnos perjuicio el uno al otro.
(Tres) Que nos comportemos con Dignidad y Discreción, y que si uno de nosotros se mete en problemas el otro se quede con él.”
Lo demás, es uno de los relatos de aventuras más hermosos que yo he leído. Un canto a los aventureros del siglo XIX, que ya no siguen la senda marcada por los ilustrados si no que son una mezcla de canallas y aventureros instruidos que buscan confirmar su propia identidad sin renunciar al poder y a la riqueza. Pero no un poder comercial de corte excluyente y capitalista, sino de lucro personal sin renunciar a mimetizarse en la cultura, idiosincrasia e idiomas autóctonos.
Dicen que Kipling se basó en un aventurero estadounidense para crear a sus personajes. Joshia Harlan (1799-1871), devorador desde niño de libros de Shakespeare, Plinio o Platón, fue el noveno de diez hijos de cuáqueros que dejaron 2.000 dólares a sus tres hijas y cero dólares, pero un indomable espíritu audaz y arriesgado, a sus siete hijos.
Emprendió una carrera de aventurero que le llevó a la India por su obsesión por la figura de Alejandro Magno (6). Joshia, debido a un desengaño amoroso, decidió no volver nunca a los Estados Unidos. Médico de formación, trabajó como cirujano para mantenerse en la India. Se puso al servicio del monarca exiliado afgano Shah Shujah, para ayudarle a recuperar el trono, quien le prometió ser visir. Se infiltró en Kabul, cuentan que disfrazado de derviche (7), y se ganó la confianza del emir reinante Dost Mohammad, llegando a ser su médico, general de su ejército, gobernador de Gujrat (8) y al que acabó admirando. En la guerra de los afganos con los sijs se significó tanto que el príncipe de Ghor le prometió cederle el trono si garantizaba la seguridad de su reino. Aunque su gozo acabó en un pozo cuando los británicos llegaron a Kabul y reinstalaron a Shah Shujah, teniendo Harlan (9) que poner pies en polvorosa sin más agua que la del papel mojado de su contrato de nombramiento de príncipe de Ghor (10) en el bolsillo. Harlan moriría años después, tras múltiples aventuras y vicisitudes, tras caer desplomado en una calle de San Francisco mientras planeaba embarcar rumbo a China a ofrecer sus servicios al emperador. Definido como inteligente, poco escrupuloso, a veces doctor, a veces general, y siempre dispuesto a ofrecer sus servicios a quien mejor le pagara.
La película de Houston es posiblemente la última de una época. El propio Michael Caine dijo que de elegir una película suya se quedaría con esta porque es un film que desde su estreno el comentario más repetido fue: “¡Ya no se hace cine cómo este!”.
Una película de aventuras, épica, con rasgos deterministas y de racismo cómico, si puede valer la expresión, reflejo de una época y de un modo de ver la vida.
Houston fue boxeador profesional, cazador, cineasta, voluntario en la caballería mexicana, un hombre intrépido que, si bien nunca fue un director con una línea marcada de autor, sí siempre fue lo suficientemente plástico como para tocar distintos palos y hacer verdaderas obras maestras.
Él se consideraba a sí mismo un narrador, y su gusto es exquisito a la hora de reinterpretar clásicos desde Kipling hasta Joyce, pasando por Hammet o Melville. Reflejó un concepto de imperialismo británico en pleno imperialismo americano cuestionado por la guerra de Vietnam. No olvidemos que Houston renunció a su nacionalidad americana por la irlandesa en 1964 por no comulgar con las ruedas de molino de la política norteamericana.
El proyecto de Houston empezó a pergeñarse en los 50 y desde entonces barajó como parejas a Bogart y a Clark Gable, a Kirk Douglas y a Burt Lancaster y finalmente fueron los elegidos Paul Newman y Robert Redford, siendo el propio Newman quien le sugirió la pareja definitiva de Sean Connery y Michael Caine, por ser los dos británicos.
Fiel a los diálogos y a la esencia del relato, se toma algunas licencias que no desmerecen el resultado final. Refleja el carácter humorístico británico, la idea de marcialidad en los entrenos a los soldados sin renunciar a la comicidad, los rasgos helenísticos y orientales que sobrevuelan la peripecia (el templo es una reproducción de un tholos griego; el sol macedonio está tallado en las columnas del palacio; la corona es una reproducción exacta de una del siglo XIII a.c. depositada en el Museo de Heraklion; la mujer de Houston, Susana Caine, que hace de mujer elegida para ser reina, luce con vestidos níveos y está peinada a la griega…).
La película estuvo nominada a cuatro oscar en un año que arrasó Quién voló sobre el nido del cuco y se rodaron Tiburón, Dersu Uzala y Barry Lyndon. Fue mal en la taquilla, pero con el tiempo se ha convertido en un digno epígono del cine de Aventuras con mayúscula, algo muy significativo en un cine que hoy está marcado por el efectismo especial, la ausencia de guion más allá de dos directrices básicas, y una sobreabundancia de personajes excitados y poco excitantes, más allá de lo evidente, de los que olvidas su nombre nada más acabar la película.
Kipling y Houston concibieron dos obras maestras de la literatura y del cine ideales para pasar una tarde como las de antes de la nueva normalidad.
- Lahore es una ciudad de Pakistán, la más poblada y capital del Punyab paquistaní y la segunda más poblada del país después de Karachi.[1] Está ubicada en el extremo noreste, cerca de la frontera con el estado indio de Punjab. Es un centro cultural, histórico, económico y cosmopolita de Pakistán, donde se encuentra la industria cinematográfica del país y gran parte de su industria de la moda.[
- Punjad: Punyab significa cinco aguas, en referencia a los cinco ríos que la riegan; es la segunda mayor provincia de Pakistán por área, después de Balochistán, y su provincia más poblada, con más de 110 millones de habitantes en 2017. Existe un Punyab indio, que es uno de los veintinueve estados que, junto con los siete territorios de la Unión, forman la República de la India.
- El único hijo varón de Kipling moriría en 1914 en la batalla de Loos con solo 18 años durante la I Guerra Mundial.
- Kafiristán (en persa, «País de los Infieles»), es la denominación de una región montañosa del Hindu Kush, en el noreste del actual Afganistán, que corresponde esencialmente con la moderna provincia de Nuristán ( Tierra de la luz, nombre que recibió tras tu conversión al Islam en 1896; una de las 34 provincias de Afganistán constituida en 2001). Fue territorio independiente hasta que fue conquistada por los afganos en 1896. Lo escarpado del terreno hace que su frontera con Pakistán sea muy porosa, facilitando el tránsito de personas y bienes. Funciona actualmente como ruta recurrente de contrabando entre Afganistán y Pakistán. Tendrá unos 150.000 habitantes.
- El Martini-Henry fue un fusil adoptado por el Ejército británico, que combinaba el cerrojo levadizo desarrollado por Henry O. Peabody (en su Fusil Peabody) y mejorado por el diseñador suizo Friedrich von Martini. Las variantes del Martini-Henry fueron empleadas a lo largo del Imperio Británico por 30 años hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Se vio a algunos miembros de tribus afganas empleando el Martini-Henry en fechas tan tardías como la invasión soviética de Afganistán. A inicios de 2010 y 2011, Marines estadounidenses capturaron al menos unos tres fusiles Martini-Henry de diversos arsenales talibanes.
- Aún hoy permanece la creencia de que los habitantes de la zona, alimentada por el relato y la película, son descendientes de Alejandro Magno. Se apoyan en los curiosos rasgos físicos de sus habitantes: de tez blanca, pelo y ojos claros, así como en sus peinados de marcado carácter helénico. Es muy significativo el momento de la película en que Kipling trata de disuadir su empresa a Peachy diciéndole que “Ningún hombre blanco ha salido de allí con vida desde Alejandro”, “Qué Alejandro”, “Alejandro Magno, rey de Grecia”, “Pues si lo hizo un griego lo haremos nosotros”.
- Derviche: especie de monje errante; El término derviche proviene de la palabra persa que viene a significar mendigo. Este término era habitual para denominar a los mendicantes ascéticos y también a un temperamento imperturbable en el sentido de una actitud indiferente y desapegada a los bienes materiales.
- Gujrat, es una ciudad en la provincia de Punjab de Pakistán. Es la capital del distrito de Gujrat y es la vigésima ciudad más grande de Pakistán por población, con cerca de 400.000 habitantes.
- Para más información sobre Harlan no dejen de leer la impagable revista “Desperta Ferro” y más concretamente el enlace https://www.despertaferro-ediciones.com/2017/josiah-harlan-hombre-pudo-reinar/
- La provincia de Ghor tiene unos 36.000 kms. cuadrados de superficie y unos 600.000 habitantes.