José Sacristán se nos aparece barbilampiño, enfundado en un jersey rojo de cuello alto y americana de pana marrón, abajo vaqueros azules y zapatos de piel. Vaso de whisky. Tan setentero, tan en su modo y en el modo Delibes, tan urbano y alejado del mundo, tan banderas de nuestros padres a los que hemos querido… que nos alumbra y acongoja indistintamente a lo largo del monólogo en un escenario de muebles polvorientos y desastrados, grises azulados como la vida tras la pérdida física del verdadero amor.
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El caso es que como sucede en los sueños, de repente allí estaban el vocalista y el guitarrista de Héroes del Silencio marcándose un pequeño set electro-acústico. De la interpretación vocal de Enrique apenas recuerdo nada, pero recuerdo con nitidez la interpretación de la parte instrumental de “Entre dos tierras” del maestro Juan Valdivia. Difería ligeramente de la original pero tenía unos matices de una belleza sobrenatural, o eso creo recordar. El caso es que allí estaban los dos amenizando mis sueños nocturnos. La interpretación se interrumpió cuando alguien abrió la puerta de la cocina para esa costumbre tan sana y humana de preguntar qué tal estaba la gente de esa casa y dar la bienvenida al pueblo. No recuerdo qué pasó con los Héroes a continuación, en la vida real Bunbury seguramente habría empezado a echar pestes por la organización y Juan Valdivia habría seguido con su cigarro en la boca esperando acontecimientos.
Continuamos con nuestro repaso de películas de carretera, agradeciendo las sugerencias que nos hicisteis en Instagram tras el artículo anterior. Lo dicho, quedarán muchas sin citar pero las incluidas merecerán su apunte.
El presidente de la FIFA, Jules Rimet, había abandonado su palco unos minutos antes del encuentro para practicar su discurso de felicitación, que sólo había escrito en portugués. Rimet obvió la ceremonia que tenía preparada y al cruzarse con el capitán uruguayo Obdulio Varela, le entregó el trofeo de tapadillo sin decirle una sola palabra, sin más alarde que estrechar la mano del campeón del mundo. En la foto parece que entrega una urna con cenizas más que La Copa del Mundo.
¿Cuál es tu película de carretera preferida?, ¿existe un formato predefinido con sus reglas necesarias?, ¿por qué nos gusta huir hacia delante? Road movies, vamos a repasar algunas que tenéis en mente pero queremos que nos aportéis candidatas al top ten. Se admite todo.
Política, tecnología, ideas proscritas, imperio de la felicidad y cosificación del débil, parece ciencia ficción futurista y de tipo política ficción pero no es nada que nos sea ajeno como individuos y como sociedades. Whatcha!
Prosigue Galeano: cuando Garrincha empezó a jugar al fútbol, los médicos le hicieron la cruz, diagnosticaron que nunca llegará a ser un deportista este anormal, este pobre resto del hambre y de la poliomelitis, burro y cojo.
Es un hecho que el trío formado por Kerouac, Ginsberg y Burroughs fue la Santísima Trinidad de la Generación Beat, tanto por su relevancia como por el poso de sus obras más representativas. En el camino, Aullido y El Almuerzo Desnudo se han convertido en clásicos de la literatura, obras de culto para millones de lectores. Pero sería injusto olvidarnos de otros componentes que…
“El hoyo”, una novela corta, un relato largo, un libro-cuaderno autoeditado y disponible en Amazon, para mí sin duda una pequeña gran obra de culto que estaba esperando hacía tiempo. Yo, que sólo leo autores desaparecidos, firmas de peso ocultas en internet y/o miradas lejanas, de otras latitudes que a veces me son afines por tanto viaje pero que tienen otra música.
Nada de lo que vaya a contar sobre este libro no se ha dicho ya. Y, sin lugar a duda, con más profundidad, belleza y conocimiento, teniendo en cuenta las numerosas críticas, comentarios y premios que ha tenido a lo largo de este año. Mario Vargas Llosa, Juan José Millas, Luis Alberto de Cuenca o Enric González son algunas de las personalidades que han mostrado su entusiasmo por este ensayo.
En noviembre de 1990 el escritor Paul Auster recibió un curioso encargo envenenado del New York Times, escribir un cuento de Navidad. Lo que en principio supuso una oportunidad y un reto para el escritor, se fue convirtiendo en un motivo de duda y angustia.
Otra cosa es que en el fondo de nuestra vanidad y nuestra miseria deseemos y empaticemos con dioses que nos recuerden a lo peor de nosotros mismos. Dioses populares que compartan nuestras debilidades. Que no sean ejemplares. A los que les baste su genialidad. A los que les gane su arte pero les pierda su vida. Nos resultan más fáciles de asimilar porque apaciguan nuestras flaquezas. Dioses humanos, demasiado humanos. Firmaría por ver a Nietzsche y a Galeano platicando sobre el tema.
Pocas personas más apasionantes que el “doctor” Hunter S. Thompson. Por su vida y por su obra. Por lo bueno y por lo malo. Vivió como escribió, al límite y sin censuras. No sé si un personaje como él hubiera sido posible en estos tiempos, donde lo políticamente correcto tiende a devorar cualquier amago de salirse del camino preestablecido.
En una jornada de pesca en 1939, Howard Hawks se lo espetó a Hemingway, tocando la fibra monetaria de un escritor siempre ávido de dinero para mantener su tren de vida:
“Ernest, eres un maldito estúpido. Necesitas dinero, ya sabes. No puedes hacer todas las cosas que te gustaría hacer. Si yo gano tres dólares en una película, tú te llevarías uno de ellos. Puedo hacer una película con tu peor historia”.
Y tal como afirmaba Viñó, este premio, y todo lo que le rodea, es el mascarón de proa de un panorama editorial, de una cultura, de una sociedad y de un país que hace mucho tiempo que convirtió el cinismo en moneda de cambio para la más precaria de las convivencias. Todo esto ya de por sí es malo, pero peor aún es ver la nómina de premiados y finalistas que se amontonan, década tras década. ¿Alguien se acuerda de alguno?