As bestas o la fuerza de las mujeres

Esta noche me siento premiado, como espectador, como apasionado del cine. Y celebrando el protagonismo y la presencia de las mujeres en el cine español: Carla Simón, Alauda Ruiz de Azúa, Isabel Peña, Estíbaliz Urresola, Pilar Palomero, Elena López Riera, Rocío Mesa, María Elorza, Susi Sánchez, Laura Galán, Carlota Pereda, Anna Castillo, Bérbara Lenni, Isa Campo y la lista sigue.

La gran triunfadora de la noche ha sido As Bestas, con nueve Goyas en esta edición.  

As Bestas se ha alzado con las estatuillas a la mejor película, mejor director, mejor actor principal y de reparto, mejor guion original, entre otros. Le ha faltado el de mejor actriz principal para Marina Föis, la mujer que coprotagoniza, como dijo su compañero de reparto, no sólo una historia de hombres violentos, sino una historia de amor.

La vi hace dos meses en sala y la he vuelto a ver antes de escribir este artículo. La impresión ha sido la misma: un inquietante western gallego, quizá el mejor western rodado por un director español, esta vez no en el desierto almeriense, sino en el corazón rural de Galicia (aunque se rodó la mayor parte en El Bierzo), en una aldea de esa España vaciada, a la que llega un matrimonio francés – Olga/Marina Föis y Antoine/Denis Ménochet-  para convertirla en su paraíso.  

La nueva película de Sorogoyen nos sumerge en la historia de esta pareja que encuentra su segunda oportunidad, su lugar en el mundo, en una aldea perdida, donde tropezarán con los intereses contrarios de los hermanos Anta, interpretados por Luis Zahera (merecidísimo Goya al mejor actor de reparto) y Diego Anido. Dos personajes rocosos, tallados en sus convicciones atávicas, que desean escapar de su nada bucólica vida gracias a la venta de sus tierras para una empresa eólica. El conflicto vida rural y energías renovables – tratado asimismo en Alcarrás– servido en una atmósfera opresiva, donde se va cerrando el círculo de violencia alrededor de los dos protagonistas. 

Cartel de As bestas, Rodrigo Sorogoyen

Sorogoyen nos va introduciendo en esa densa y brumosa historia de rivalidad, odio y muerte. No hay maniqueísmo en las posturas. Por un lado, la aldea ideal, donde Ménochet y Föis cultivan productos ecológicos y sueñan con restaurar casas abandonadas para una utópica repoblación. Por otro, es también el espacio para ensañarse y vengar las frustraciones locales, una vida de desgracia, de mierda, como le escupe Luis Zahera a Menochet en uno de los diálogos trascendentes de la película, al confesarle que su paraíso se llama conducir un taxi a medias con su hermano en Orense. Esa primera parte, la del western, con escenas en el bar, donde una simple partida de mus se convierte en un interrogatorio, creando un clima asfixiante, sólo respira en ciertos momentos de la huerta, los paseos de Menochet con su perro y en la historia de amor del matrimonio francés.

Imaginen entrar en un bar de pueblo, presumible espacio de ocio y empatía, como si fuera la antesala del infierno, la antesala del duelo. Qué diálogos, qué bajorrelieve hostil compone Sorogoyen en esa primera parte. Porque la tensión crece en cada encuentro con los hermanos. La cámara se detiene, se pausa, creando una atmósfera de inminencia, entre Xan y Antoine, por la negativa de este último a marcharse de la aldea y vender su proyecto a las eólicas. ¿Por qué no firmaste?- le inquiere un magnífico Luis Zahera. Porque es mi casa, le responde Ménochet. Un arranque de zozobra, como ha señalado la crítica, que va en aumento a lo largo de hora y media, y donde la intimidación y la venganza de unos lugareños convierten este thriller psicológico en mucho más que un simple drama rural de la España negra.

No sé si Sorogoyen ha querido homenajear a sus clásicos, pero está claro que hay ecos del cine de Hitchcock, de Carlos Saura, de Peckinpah. Retrato de la violencia y el miedo, uno recuerda imágenes de La caza de Saura, del Pascual Duarte de Carlos Franco, de Perros de Paja, de los dramas rurales. “Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo”, comienza la novela de Cela. Aquí, los motivos son económicos y también de clase, expresados por los hermanos, que no entienden las razones del matrimonio francés, al dejar atrás la ciudad y sus males. La secuencia en la que el sobrino del cabrero muerto en el monte intenta convencerlos de firmar con las eólicas resume a la perfección los antagonismos de la historia. Como la escena simbólica de un Antoine cervantino ante la figura de un molino de viento.

Paulatina e inexorable, como un fatum aciago, la caza del profesor disidente, el cerco que se va estrechando, el duelo irregular entre hombres que domina As Bestas, y que desemboca en una secuencia cumbre. Lo expresa gráficamente Carlos Boyero reseñando que está “rodada de forma prodigiosa, con los lobos rodeando a su desesperada presa en medio de un bosque”, y acompañada por esa banda sonora de Olivier Arson, ganadora del Goya a la mejor música original, que es el leitmotiv de una “psicosis”, donde la música parece golpear el suelo de esa tierra, como tocando a rebato.

Dura, absorbente, telúrica, muy veraz, muy arrodillada al terruño, As Bestas es continuación del tema <<forastero no deseado>>, tantas veces visitado por el western, el thriller psicológico, el drama rural, la lucha de clases, pero también, ya digo, en esa segunda parte, el de una historia de amor, de lealtad, de defensa de los propios sueños más allá de la soledad y la exclusión que nos imponen los otros, de la libertad arrebatada. Y aquí, en este segundo trayecto, tras una elipsis que separa ambas partes, se alza la interpretación de Marina Föis, merecedora, a mi juicio, del Goya a la mejor actriz protagonista.

Una historia de amor sutilmente contada, sin aspavientos, como encender una vela en la oscuridad, en lo negro raíz de la violencia, con ese personaje femenino interpretado maravillosamente por la actriz francesa. Cuenta Sorogoyen en entrevista en El Correo que “yo me niego a que no se puedan hacer películas sólo de hombres, pero los personajes femeninos que salgan, por favor, tienen que ser profundos y trabajados. La primera versión del guion es de 2015, iba a ser nuestra tercera película, y ya sabíamos que la protagonista iba a ser una mujer, después de hacerle creer al espectador que era una historia de hombres violentos. Pues no, esa mujer que está por debajo es la que conquista el relato de la película”. Una mujer que se queda después del crimen, en convivencia con sus asesinos, reticulando el monte, como hilvanando la búsqueda del marido desaparecido. Que recibe la visita de la hija, en otra secuencia memorable de diálogo entre ellas. Un personaje poderoso, que le da un giro femenino a la película, que la deja en el lado de la resistencia activa, de la búsqueda de la justicia, del “no me moverán hasta”, como tributo a esa historia de amor.  En este sentido, hay que felicitarnos por tener guionistas del talento de Isabel Peña, su cómplice en ‘Que dios nos perdone’, ‘El reino’ y la serie ‘Antidisturbios’.    

Marina Föis en el personaje de Olga, As Bestas

Y qué mejor remate para As Bestas, que las palabras de Denis Ménochet, al subir a recoger su Goya: “Es un honor haber participado en una película que habla de la fuerza y el amor de las mujeres frente a la locura de los hombres”.

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2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. azurea20 dice:

    Magnífica película.

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