Gonzalo Trinidad nos ofrece sorprendentes bocetos del otro México en “Dios prefiere a los bastardos”, una de sus colecciones de cuentos
Gonzalo Trinidad Valtierra (Ciudad de México) ha publicado varios libros de relatos en la última década y es coeditor de la revista cultural CanCerbero, un artefacto contracultural con el que Profesor Jonk inició una colaboración en 2022.
El pasado mes de febrero tuve el placer de compartir una divertida velada con los escritores mexicanos Gonzalo Trinidad Valtierra, Enrique I. Castillo y Samuel Segura en la Casa de los Azulejos, un imponente palacio colonial español de la época del virreinato, de fachada recubierta con cerámica talaverana de Puebla y situado junto al zócalo. En este antiguo palacio a día de hoy se sirven almuerzos y cenas en el enorme patio rodeado de columnas de mármol y vodkas dobles en happy hour desde las 7 hasta las 8 de la tarde en el café piano de la segunda planta, un elegante punto de encuentro para turistas avezados, gente que no desea ser encontrada y bohemios románticos.
Allí, en el café, Gonzalo y sus compadres literarios me sirvieron nada más llegar dos vodkas -sin cena previa- porque en happy hour sirven dos por uno y no recuerdo si hubo que repetir la orden. Se habló de proyectos “como justo tributo a la corona”, del actual presidente de la república mexicana y sus carencias, de los nuevos virreyes de Profesor Jonk en México y de la próxima publicación de una compilación de cuentos de colaboradores de nuestra revista y de CanCerbero, éstos mexicanos y los nuestros de España y toda América. El título de esta primera compilación es “Ficciones y fricciones” y orbita en torno al mundo de las relaciones afectivas, sean del tipo que sean. Queda aquí cursada la invitación informal a contactarnos.
Al terminar la noche, tras unas quesadillas y jarras de cerveza en un bar para autóctonos, del que salimos por la cocina, tomé un Uber que correspondía a una tal Patricia, tomé el correcto y repasé los libros que me habían regalado nuestros amigos, entre ellos este “Dios prefiere a los bastardos”, de Gonzalo Trinidad Valtierra (Vodevil Ediciones, Ciudad de México 2018).
“Dios prefiere a los bastardos” abre con una cita de Manuel Múgica Laínez, que dice “el crimen y la santidad son las dos desembocaduras supremas, en el sino del hombre, y ambas, conocidas o no, están presentes en toda serie de eslabones humanos”.
Y de eso va esta fantástica colección de relatos de Gonzalo Trinidad Valtierra, de muerte y santidad, de un México existente y otro mitificado, de personajes inventados y otros con rastro de andar deambulando por la inmensa Ciudad de México, de perros desconfiados y gringos, de rifles, botellas y pistolas, de accidentes y crímenes en los que víctima y culpable bailan hasta el final, de familias disfuncionales -¿qué no lo es hoy en día?- y padres ausentes que nos tocan tanto.
Los relatos de Gonzalo Trinidad Valtierra nos llevan formalmente a la literatura contemporánea, en buena medida de raíz norteamericana, si bien tienden a cerrarse de un modo firme, no dejando las posibilidades en ocasiones abiertas del maestro Carver. Aquí los asuntos se cierran y las deudas se pagan. Y nunca se sabe quién pagará la cuenta.
Los relatos que cierran el libro, “Pequeñas decisiones” y “Cómo odié sus lágrimas” nos incorporan la figura del padre de un modo tierno, real y doloroso, dentro de las ambivalencias de ausencia notable que esta figura tiene en el libro. Extraordinarios relatos.
Por su parte, “Albóndiga” es una divertida oda a los chuchos más o menos amaestrados que un día cambian de dueño. Amor, fidelidad o interés en una jungla compleja, perros y humanos.
Hay varios cuentos que nos hablan de malecones, ron, gente postrada en el puerto y barcos que apenas ejercen como tales, espacios ideales para buscavidas que ya no encuentran, punto y final al camino. En algunos se nos deja entrever la fuga a Estados Unidos de sus personajes o personajes colaterales que cambian la vida de quienes quedan o se ven obligados a marchar con ellos.
Y la violencia, a veces buscada, normalmente intuida y amenazante, a veces accidental y trágica.
¿Amor?: lo hay, hay que descubrirlo en los camiones, las cantinas, las humildes viviendas, las ausencias, las mascotas, las personas que de verdad están ahí. Existe y ni en este “Dios prefiere a los cobardes” deja de comparecer. Que no falte.