Sisu, puñado de oro en el festival de Sitges 2022

Sisu es cine finlandés y también un violento western mata nazis al estilo Tarantino y la triunfadora en el festival de cine de Sitges 2022

“Sisu” es una palabra finlandesa, sin traducción concreta, que hace referencia a la determinación estoica, la valentía adrenalínica, la fuerza de voluntad, la dureza y la resiliencia infinita frente a situaciones desesperadas. Asociada como sinónimo a inmortalidad.

¿En cuántas películas nos han mostrado que el héroe más peligroso es aquel que ya no tiene a nadie ni nada propio que salvar? Si existe tal argumento como género, Sisu (Jalmari Helander, 2022) podría estar en el podio, y no sólo porque el paria despojado de todo despierta (mi) empatía, sino porque, además, en este caso, el enemigo es uno de los enemigos más odiados desde que el mundo es mundo tras la II Guerra Mundial: el implacable y despiadado ejército nazi. O, mejor dicho, los despojos del ejército nazi, los mandos y soldados que ya saben que el regreso a su país implica la pérdida de la guerra y probablemente su muerte.

Muchas veces he explicado que mi súper héroe favorito es Batman. De hecho, no es mi favorito, es más bien el único que me interesa, motiva, con el que me identifico en sus costuras. Pero cuando he entrado hoy en el cine no esperaba descubrir que esta mezcla de John Rambo (Acorralado, Ted Kotcheff, 1982) y Ethan Hunt (Misión imposible, Brian de Palma, 1996) en modo finlandés me iba a resultar también tan tiernamente mítico (no descarto el psicoanálisis).

En las primeras escenas de la película conocemos a Aatami (Jorma Tommila), un solitario buscador de oro con aspecto de ermitaño. Un hombre, un caballo, un perro, un tipi y un pico de enormes dimensiones. Aatami busca, a la manera de los antiguos, con su batea en el río, filtrando las piedras, tamizando la arena, hasta que encuentra una pepita de oro. Con esta prueba empírica Aatami sabe que está en el lugar correcto. Y Aatami excava. Un agujero, nada. Otro, nada tampoco. Uno más, sólo barro. Otro, piedras. Aatami es pura obstinación, está en su mirada. Aatami es determinación pese a que no sabemos nada de él, ni siquiera hemos escuchado su voz (durante todo el filme apenas la escucharemos). Aatami parece un ser casi enloquecido, triste y perdido buscando oro en los páramos de la Laponia finlandesa. Y sí, el oro está en el subsuelo. Las vetas de oro existen y Aatami las encuentra, las pica, las extrae, trocea el caviar amarillo, llena sus alforjas y levanta el uni-campamento. Como en el más típico de los westerns, de los spaghetti-westerns (de quienes sin duda es deudor), sólo faltaba que Aatami silbase mientras preparaba la montura de su caballo para cabalgar hacia el atardecer.

Pero, atención, contexto: estamos en 1944, en los últimos meses de la II Guerra Mundial, y rusos y finlandeses se han puesto de acuerdo para desalojar a los nazis de Laponia tras la firma del armisticio de Moscú. El ejército nazi está reculando sus posiciones y la frustración de su derrota es pura bilis de “tierra quemada”. Lo que no es para los nazis no es para nadie y en su huida arrasan poblaciones, matan a los hombres, secuestran a las mujeres (esclavas sexuales, cómo no) y aniquilan la moral de la población. Lo mejorcito de ese ejército nazi en pura descomposición es con lo que se topa Aatami en su pretendido regreso a la ¿civilización?. Un batallón nazi en retirada por la tierra baldía (toques de la saga Mad Max -George Miller- en esa caravana) compuesto por una moto con sidecar (más de tebeo que de película histórica), un camión con soldados amargados y exhaustos (más de historieta que de película bélica), otro camión con prostitutas aterrorizadas (todas menos una: Aino -Mimosa Willamo-, que conoce la leyenda de Aatami), y un tanque con Don Quijote (acá Helldorf, Aksel Hennie) y Sancho Panza (acá su secuaz Wolf, Jack Doolan) en sus versiones menos exquisitas.

Cuando estos descubren el oro de Aatamil y se lo roban, se desata la cacería y la carnicería. Helldorf, el anatagonista de Aatamil, el mandamás del abrigo de cuero, el guaperas ario puro que pasea su impúdico orgullo desde “el balcón” de un tanque, ve en el oro su salvación. Lo que no espera, una vez con las alforjas en su poder, es descubrir la identidad y la leyenda de Aatamil. Aatamil, El Inmortal según los rusos (asesinó él solo a más de 300 soldados después de que estos masacrasen a su familia). Aatamil, a quien el ejército finlandés, incapaz de someterlo a disciplina militar, dejaba actuar como un feroz guerrero solitario. Aatamil, el prototipo de veterano de guerra medio alienado, el casi senil llanero solitario, es un escuadrón de la muerte de un solo hombre. Y los nazis, esos nazis con los que se cruza y que lo menosprecian, esos nazis malvados y sin alma, esos nazis sin matices y casi de cómic, esos villanos truculentos sin rastro de humanidad, pronto lo sufrirán.

sisu_película finlandesa

La película está dividida (al más tarantiniano way of film) en varios episodios, con tipografía en los títulos que remiten de nuevo al spaghetti-western, al western crepuscular, el western del desencanto. Y Aatamil, solemne e impasible, adusto, puro gesto, silencioso como el Bruce Wayne más oscuro (el Batman de Christopher Nolan, 2008), no se detendrá en esta su última lucha que no es sólo contra los nazis, sino también contra el existencialismo que nubla de manera constante su mirada. Aatamil ya no va a perder nada más, o no va a perderlo sin que el calvario al que la vida lo ha sometido cambie de bando. Muertes, palizas, más muertes, huidas, más muertes, venganza, más muertes… y la rueda, hasta la de las barcas que no la tienen, gira y gira y gira. Planos generales que mutan a primerísimos planos, minas antipersona que estallan al paso de quien las ha sembrado, ciudades de ceniza y humo (oscuridad gothamniana), hombres que no parecen soldados ahorcados en los postes del tendido eléctrico, gasolineras ballardianas. Y aviones, y tanques, y bombas. Y noche, y polvo, y ladridos de los perros.

Sisu, merecedora de los premios a mejor película, mejor actor, mejor fotografía y mejor banda sonora (las composiciones de Juri Seppä y Tuomas Wäinölä recuerdan al  Morricone de los spaghetti-westerns, otra vez, de Sergio Leone) en el 55 Festival Internacional de Cinema de Catalunya de Sitges en el año 2022, es una película de indómita belleza (mérito de los encuadres de Kjell Lagerroos), de colores pictóricos tiznados de lirismo (en los paisajes naturales, en la desolación de Aatamil) que contrastan con la violencia desatada, la violencia desmembrada (sic) y la violencia visceral (sic, también).

Si Quentin Tarantino fuese finlandés podría haber filmado Sisu (de hecho, durante gran parte del metraje sospeché, equivocadamente, que podía ser el productor del filme). La escena de las prostitutas una vez liberadas es puro Reservoir Dogs (2006). La sangre de los nazis que brota a borbotones es como la de Malditos bastardos (2009) y Django desencadenado (2012) y algunas de las escenas de lucha casi gore, con miembros volantes, podría haberse filmado en el blanco y negro más killbilliano (2003,2004). Pero no, Jalmari Helander dirige con maestría esta película épica y sangrienta, esta tragedia griega westerniana, esta caza al hombre con efecto boomerang. Helander, también guionista, afirma que se basó en la historia de Simo Häyhä, un mortal soldado finlandés apodado La muerte blanca, que mató a más de 500 rusos en combate. Y, una vez dibujada la historia, es inevitable sospechar que las películas tarantinianas y las ya mencionadas Acorralado, Mad Max, Misión imposible y El caballero oscuro, inspiraron (gozosamente) a Helander en diferentes momentos de Sisu sin restarle un ápice de originalidad.

Sisu es un western. Sisu es un cómic. Sisu es una gamberrada. Sisu es una ópera bufa contra la SS. Sisu es humor negro. Sisu es violencia de dibujos animados para adultos. Sisu es puro ritmo non-stop. Sisu es brutalidad y salvajismo sin complejos. Sisu es excesiva y animal. Sisu es efectiva y efectista (en su acepción más positiva). Sisu es espectáculo bizarro más allá de la (innecesaria) credibilidad. Sisu es diversión y estímulos. Sisu es goce estético. Sisu es catarsis gore. Y Sisu es, ¡aplausos!, justicia poética contra los nazis.

Por un puñado (grande) de oro: Sisu.

Coda 1: El perro de Aatami es blanco como Milú y nada feroz, ¿será un homenaje a Tintin?

Coda 2: En una época de películas larguísimas, se agradece el condensado metraje de 90 minutos, sin estirar allí donde no es necesario estirar.

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