Hoy recuperamos esta sección e invitamos a tod@s para que nos mandéis esas entradas que guardáis como oro en paño (acompañadas de una o dos frases, lo primero que se os venga a la mente al recordar aquel día).
Autor: profesorjonkfirmasinvitadas
Nunca se descubrió la identidad de la víctima y el informe forense llegó a pírricas conclusiones; varón, caucásico, […]
Una mañana, después de un viaje incómodo en camión, encontré un perro a unos pasos de la carretera. Estaba herido, descarnado, las fauces rojas y espumantes, tumbado bajo un árbol. Respiraba con dificultad. Tenía marcas de mordeduras en el cuello y el lomo. Supe que ese perro era yo. Al otro lado de una línea de arbustos, divisé una manada.
Ian McEwan ha ido derivando de un erotismo voyerista, pasando por cierto moralismo, hasta llegar a una narrativa llena de sátira social y tan politizada como divertida
Diana Benayas presenta la nueva sección Disección de canciones, con la magnífica Enjoy the silence de Depeche Mode y la soledad buscada
A veces se sentaba en el sofá,
miraba por la ventana,
saludaba feliz a los turistas
y se rascaba la oreja
en un enfermizo gesto.
Totalmente hipnotizado
dormía al sol sin gafas.
Ojos bien cerrados inicia con la visita del matrimonio formado por Alice y Bill Harford a la fiesta de Navidad que ofrece año tras año el acaudalado Victor Ziegler. Durante el transcurso del baile, Bill coquetea con un par de modelos, mientras Alice es seducida por un maduro húngaro.
Al comienzo de la Gran Guerra, con veinte años de edad, Joseph Roth se enlistó en el cuerpo de voluntarios. Estuvo en el frente durante ocho meses y formó parte de las fuerzas de ocupación en Ucrania. Después de ser apresado y pasar un tiempo en la cárcel logró escapar y viajó a Viena. Ahí comenzaría la vida errante de Roth.
El sonido de lo que posiblemente sea un plato rompiéndose nos saca de la hipnosis. Bajo la escalera, se oyen voces; juraría que son dos fantasmas discutiendo junto a la alacena. Dos espectros rojos con los ojos encharcados que juegan al tira y afloja con la vajilla y el hambre. Mi hermana, -quien asumo, odia los ruidos-, sube el volumen de la televisión justo cuando los cuchillos vuelven a lanzarse y el pestillo de la puerta no es lo suficientemente fuerte como para enmudecerlo
Marzo, aborrecible y sin trabajo. Después de la entrevista —la tercera de este mes—,
Germán Huesca salió a la calle con plena conciencia de su fracaso. El sol comenzaba a
declinar entre los edificios de una ciudad caldeada en el aire imbécil de las cuatro. Caminó
sin rumbo, las manos hundidas en los bolsillos del pantalón. Se detuvo frente a las puertas
de una cantina, atraído por el jolgorio de un conjunto que entonaba sones y matanceras.
El curso se impartía en uno de los salones del Hotel Ritz. Ramón entró de los primeros,
con la mirada deslumbrada por el lujo y la pregunta de cuánto habrían pagado los
organizadores. Fue a sentarse en primera fila. Lo había decidido de antemano, era el
primer reto personal que se había propuesto; se pondría donde todos pudieran verlo, no
iba a esconderse en un rincón como había hecho toda su vida.
Crear un personaje que resulte tan entrañablemente despreciable es digno de admiración. Para ello, Aramburu no deja de lado el humor, que dosifica convenientemente a lo largo de la lectura.
Y si conseguimos por fin un utópico espacio
de expresión corporal
bailando ballet o cantando flamenco
o una pared blanquísima donde colgarnos y exhibirnos
Desde el corazón de una realidad deshecha A Eddie Vedder… Las calles vacías de un vecindario extendidas delante […]
Hoy os dejamos tres poemas de alguien importante en nuestro altar de mitos de la banda de Jonk, […]