Proseguimos con nuestra serie de entrevistas/cuestionarios a diferentes personajes del mundo de la cultura
Para ello nos basamos en el cuestionario que realizó Marcel Proust y que grandes personajes de la historia han contestado, desde Oscar Wilde a David Bowie. Nos hemos permitido la licencia, perdón por el sacrilegio, de pasar algunas preguntas por la chapa y pintura del siglo XXI, aunque la mayoría siguen siendo exactamente igual que las ideadas por el escritor de la famosa magdalena.
“La música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón… Es la lengua universal de la humanidad” (Astor Piazzolla)
Cuentan algunos historiadores locales que en un pequeño pueblo burgalés de la comarca de Las Merindades, llamado Pedrosa de Valdeporres, tuvo lugar el primer gran concierto de rock en España. Fue junto a la iglesia plateresca de San Esteban, y aún hoy nadie es capaz de explicar cómo se pudo llevar a cabo. Hablamos de 1950 (lo que cambiaría las teorías actuales sobre el inicio del rock and roll), hacia el final de la primera etapa de la dictadura del general Franco, en pleno esplendor del nacionalcatolicismo. Las teorías se suceden, desde aviones americanos que escaparon de los radares obsoletos hasta la ayuda del viejo panadero, del que decían que tenía un primo en Arizona, y que habría sido parte fundamental en llevar a buen puerto el evento. Lo mismo da. El caso es que una noche, frente a treinta valientes, Louis Jordan & His Timpany Five llegaron a tocar tres canciones (antes del aviso de la llegada de la Policía Armada) y desaparecieron tal como llegaron.
La última en sonar fue Saturday night fish fry y coincidió con la llegada al mundo, tres o cuatro casas más abajo, de un pequeño al que llamaron Diego A. Manrique. Su padre vio en el retoño un futuro abogado. Su madre un niño feliz. El protagonista, que había dejado de llorar al escuchar el saxofón de Louis Jordan, lo tuvo claro. Sería crítico musical. Por suerte, el hecho de no poder verbalizar sus pensamientos evitó el desmayo de sus progenitores.
Quiso cumplir ambos deseos. Decidió ser feliz e iniciar la carrera de Derecho en la Universidad de Valladolid, estudiando en una academia de Burgos. Pero todo no puede ser y cada uno debe escoger, en la medida de lo posible, el camino más adecuado para su calzado, en su caso, unos Chelsea boots de importación. La música había sido desde el principio el motor que movía a Diego. La llamada de los vinilos que se acumulaban en su habitación de estudiante, tapando los apuntes que no pretendía encontrar, ya no podía ser ignorada.
A principios de los setenta, gracias a la osadía que otorga la juventud, escribió una carta a la revista Triunfo en la que mostraba su total desacuerdo acerca de la calidad de unos artículos sobre el rock dentro del movimiento hippy de California. Si esto sucediera hoy, la carta (un e-mail seguramente) habría acabado en el cubo de la basura. Pero, como si de una película de Hollywood se tratara, respondieron a su misiva y le retaron, con cierta condescendencia, a mandarles un artículo mejor que los publicados.
Semanas más tarde ya era un colaborador más de la revista. Y ya nunca miró atrás en la difícil tarea de aportar su particular luz en algo tan abstracto como es la música.
Seguir su trayectoria es recorrer la historia musical de nuestro país. Prensa, televisión y, por encima de todo, radio, han sido los terrenos sobre la que ha edificado una obra monumental.
En prensa colaboró en Disco Express, Vibraciones, Rock Especial, Todas las Novedades, El País o Rolling Stone. Fue, además, fundador de la revista Efe Eme.
Imprescindible la lectura de Jinetes en la Tormenta (Espasa). A pesar de una edición, en mi opinión, algo desafortunada, Manrique, a través de una selección de sus textos publicados en el diario El País, nos relata la música popular desde mediados del siglo pasado. Los artículos están separados en seis partes, música negra, los malditos, las leyendas, rock en español, sonidos latinos y caribeños, más el denominado La Sacristía, dedicado casi por entero a los integrantes de The Beatles y The Rolling Stones.
Recomendamos seguir su excelente serie Discos Perdidos que escribe actualmente en El País.
Sin su sabiduría y carácter de innovación, los programas musicales emitidos en televisión hubieran sido muy diferentes (hoy vuelve a ser un desierto donde apenas se salva algún formato). Junto a Carlos Tena, Ángel Casas y Paco de la Fuente, sin olvidar la aportación de Montserrat Doménech, Moncho Alpuente y Ramón Trecet, llevó Popgrama (1977-81), escaparate del incipiente rock español donde se daba cabida a expresiones artísticas de la contracultura, especialmente, en lo referente a la música.

Luego llegarían Caja de ritmos, Por Qué, ¡Qué noche la de aquel año! y, personalmente, mi favorito, supongo que, por una mera cuestión generacional, FM2 (con una maravillosa y jovencísima Christina Rosenvinge de presentadora).
Y luego está la radio. Ese invento maravilloso que con el que aprendimos a escuchar la música y que, si no empezamos a cuidar y exigir, sobre todo en su apartado musical, se convertirá en el oso piloto de la feria y no el majestuoso oso pardo que siempre ha sido. Diego encontró su media naranja profesional nada más situarse frente al micrófono, y su amor fue inmediatamente correspondido. La fusión de ambos dejó auténticos tesoros que aún hoy perduran en muchos de nosotros.
Sólo para ellas, o La Madriguera fueron el aperitivo perfecto para el inolvidable El Ambigú (Radio3). Desde sus inicios, en 1992, las “turbulencias sonoras” mostraron a miles de oyentes, entre los que nos encontramos, a escuchar la música de una forma diferente, obviando todo tipo de prejuicios en cuanto a géneros musicales, cronología o popularidad. Un espacio donde se apreciaba la total libertad a la hora de escoger los temas, sin presiones de ningún tipo. Ajeno a las modas que todo lo quieren devorar. Lamentablemente, en 2010, le obligaron a cerrar el telón.
Nadie mejor que el propio Diego Manrique para explicar la tropelía:
Fue una trampa burda de Recursos Humanos de RNE. Ordenaron que me tomara “un mes de vacaciones” para así, zas, interrumpir décadas de relación laboral; prometían que luego me contratarían “a prueba.”. No piqué: les denuncié por despido improcedente, fuimos a juicio y gané
Afortunadamente, a través de podcast como La Zona Salvaje o El Mapa Secreto, o colaboraciones en la Cadena Ser (excelente El Club de los Acordes junto a Iñaki de la Torre) siguió regalándonos píldoras con las que poder conciliar mejor el sueño al ritmo de su excelente gusto y enseñanzas (no todas siempre compartidas, pero sí siempre reveladoras y constructivas).
En definitiva, estamos ante un gigante de la música al que sólo podemos decirle:
Gracias por el viaje, le esperaremos en la siguiente estación.
Y una vez realizado este breve recorrido, donde nos dejamos gran cantidad de cortes por radiar, @profesorjonk/J. Félix González-Encabo, @jdiazdeceriojackson y @ssysyphus ponen un vinilo y dejan que las canciones se transformen en preguntas
Pregunta poco original pero casi obligatoria en estos tiempos, ¿cómo está viviendo la pandemia tanto a nivel personal como creativo?
La imagen que se me ha quedado corresponde a los días del encierro. Salías a comprar el pan y los periódicos (tarea complicada, casi todos los quioscos estaban cerrados). Salías, digo, y cruzabas la Gran Vía por cualquier lugar: no circulaban coches. De repente, te veías en la película de Amenábar o en una de apocalipsis postnuclear. No había ni Policía y sentías entre miedo y libertad.
Hace años, cuando adquiríamos un nuevo vinilo (incluso cd) no podíamos esperar a llegar a casa y escucharlo de principio a fin. Sin prisas. Saboreando cada canción. En esta época donde el formato físico se está convirtiendo en un dinosaurio para coleccionistas, donde la forma de escuchar música la dirigen los algoritmos de las diferentes aplicaciones musicales, ¿queda alguna esperanza en que las nuevas generaciones vuelvan a escuchar la música sin buscar una gratificación instantánea y perecedera? ¿O simplemente son diferentes formas de acceder a ella y somos nosotros, guardianes de recuerdos, los que debemos dejar que la industria musical se amolde a los nuevos tiempos?
Ellos se han adaptado perfectamente. Somos nosotros los tarados, los que necesitamos palpar, los que conectamos la experiencia con el objeto tridimensional, los que insistimos en que la música lleve información y complemento gráfico.
Ser hoy crítico musical, ¿es más sencillo o complicado? ¿Siente que hay más intrusismo en la profesión o siempre ha existido?
El intrusismo es cosa de siempre: esta profesión no requiere pruebas de acceso. Si relees una revista musical española de los años 70 y primeros 80, te sonrojas ante la cantidad de basura que publicábamos. Lo principal que ha cambiado en las reglas del juego es que el lector tiene la opción de responderte de forma inmediata. Esa posibilidad la incorporas en el mismo proceso de escribir, lo que teóricamente te hace ser más afinado en tus juicios o, por lo menos, más consciente de que hay alguien al otro lado. Antes, las cartas disidentes escaseaban y llegaban a la redacción; lo normal era que ni te enteraras.
En la radio, sobre todo antes de la llegada de internet, se recibía una enorme cantidad de música en un breve espacio de tiempo. ¿Qué factores, además de la calidad de ésta (esperamos), separaban a los que recibían cobertura de los que no?
Para mí, era un proceso casi fisiológico. Todo el día buscaba música; aparte, asimilaba lo que me llegaba por otros programas, lo que sonaba en los clubes, lo que te ponía casualmente algún amigo. Sin darte cuenta, ibas montando piezas de cada programa en la cabeza. Luego, todo cristalizaba redactando la escaleta. Y seguías ajustando el puzle en el mismo estudio, cuando descubrías que algo no sonaba tan apabullante como creías.
¿Ha habido bandas o artistas en el transcurso de su tiempo como crítico que realmente hayan destacado por su singularidad y permanezcan grabados en su memoria, ya sea por razones de producción, composición, impacto o cualquier otra razón?
En cada etapa, he tenido enamoramientos locos. En los 60, los Kinks. En los setenta, Quicksilver Messenger Service. En la década siguiente, Nacha Pop y Radio Futura. Ya en los 90, los argentinos Fabulosos Cadillacs…
¿Es optimista con el futuro de la radio musical independiente ante las playlists sugeridas de aplicaciones como Spotify o Google Music?
La radio también sobrevivió al hilo musical. En los algoritmos falta la voz, que contextualiza todo y te permite focalizar tu admiración ¡o tu antipatía! en el humano que te está hablando. Se trata de una experiencia diferente, seguramente más rica.
¿Dos entrevistas que le marcaron? ¿A quién le hubiera gustado poder entrevistar?
Estoy pensando en dos entrevistas con Joan Manuel Serrat, un señor que me intimidaba. La primera fue en Barcelona, cuando le propuse hablar de “sexo, drogas y rock & roll” ¡y aceptó! La segunda, cuando ya nos conocíamos más, tuvo lugar en Madrid y allí descubrí su cara B.
Lamento no haber tenido la oportunidad de tratar con John Lennon. Aunque me he resarcido con la conversación ficticia que escribí para Entrevistas de ultratumba (Libros del Kultrum), donde imagino que Lennon sobrevivió al atentado de David Chapman.
¿Qué artistas o bandas de estos últimos diez años le llaman la atención?
Quizás no sean para el gran público pero me fascinan Khruangbin y Ferrán Palau, por situarme en dos extremos.
¿Quiénes son los músicos africanos más sugerentes en su opinión?
Buf. Franco, Fela Kuti, Ali Farka Touré y, bueno, Sudáfrica es un planeta aparte, una especie de Brasil del continente negro.
A su juicio, ¿cuál es la banda de rock más grande de todos los tiempos?
No cabe duda de que los Beatles lo hicieron todo y, habitualmente, antes que sus compañeros de generación. Sin minusvalorar a artistas anteriores y posteriores: fue única e irrepetible la convergencia de vectores demográficos, tecnológicos, culturales en los años 60.
¿Cree que canciones como Echoes, Shine on o la suite del Atom Heart Mother de Pink Floyd llegaron a un nivel compositivo e instrumental superior a las grandes obras creadas por The Beatles?
Esa es la etapa de Pink Floyd que más me fascina. Iba a decir que Roger Waters y compañía hicieron trampa, que Atom heart mother es en buena parte obra de Ron Geesin. Pero no sería justo: también los Beatles contaban con George Martin.
En Profesor Jonk nos mueve el ánimo de aprender, nos va la miscelánea pero ¿cómo combatir los prejuicios culturales y las barreras generacionales de eventuales lectores? ¿Es posible o estamos abocados a perder seguidores en el camino?
Las mujeres ayudan. Lo dije en una mesa redonda donde dominaban las feministas old school y me lanzaron rayos de odio pero lo sigo creyendo: prescinden de prescriptores y excusas sociológicas, no se impresionan por las justificaciones históricas, reaccionan visceralmente ante la música. Con las nuevas generaciones, sólo te queda aprender por ósmosis.
Cuestionario Proust 1.0: Diego A. Manrique

¿Principal rasgo de tu carácter?
El escepticismo.
¿Qué cualidad aprecias más en un hombre?
La elocuencia.
¿Y en una mujer?
El sentido práctico.
¿Qué esperas de tus amigos?
Paciencia.
¿Tu principal defecto?
Tendencia a procrastinar.
¿Tu ocupación favorita?
El dolce far niente.
¿Tu ideal de felicidad?
No tener que visitar a los médicos.
¿Cuál sería tu mayor desgracia?
Perder la vista.
¿Qué te gustaría ser?
Marino.
¿En qué país desearías vivir?
Una Cuba sin castrismo y sin la sombra de Miami.
¿Tu color favorito?
Negro, dicen que adelgaza.
¿La flor que más le gusta?
El tulipán, me suena comestible.
¿El pájaro qué prefieres?
El zunzuncito.
¿Tus autores favoritos en prosa?
El primero que leí: Hemingway. Y todavía no he superado la borrachera de Guillermo Cabrera Infante.
¿Tus poetas?
Aragon, Neruda, Ginsberg…
¿Un héroe de ficción?
Rick Deckard.
¿Una heroína?
Druuna.
¿Tu músico favorit@?
King Curtis, por reivindicar a un jornalero de la música.
¿Tu pintor preferid@?
Como personaje y como artesano, Han van Meegerer, el falsificador de Vermeer.
¿La película de tu vida?
Ahora mismo, “Fresas salvajes”.
¿Tu héroe/heroína de la vida real?
Charlotte Corday.
¿Tu nombre favorito?
Thelonious.
¿Qué hábito ajeno no soportas?
La deslealtad.
¿Qué es lo que más detestas?
Los aeropuertos, y no siempre fue así; tuve un programa llamado “Aeropuerto Internacional” dentro del Diario Pop.
¿Una figura histórica que te ponga mal cuerpo?
Leopoldo II.
¿Qué virtud desearías poseer?
La simpatía.
¿Cómo te gustaría morir?
Heroicamente.
¿Cuál es el estado más común de tu ánimo?
Estado de perplejidad.
¿Qué defectos te inspiran mayor indulgencia?
Los sexuales.
¿Tienes una máxima?
“Demasiado tarde como para ahora detenerse”