Ojos bien cerrados inicia con la visita del matrimonio formado por Alice y Bill Harford a la fiesta de Navidad que ofrece año tras año el acaudalado Victor Ziegler. Durante el transcurso del baile, Bill coquetea con un par de modelos, mientras Alice es seducida por un maduro húngaro.
GENIOS
Cuesta admitir, con el hígado y todas las neuronas, que un ser no pueda expresar su íntimo desahogo con la vida y el mundo. Que unos pocos, esos que acusan y llevan a la hoguera del menosprecio, de la burla interesada, de la autoafirmación de una masculinidad de caverna, puedan silenciar de golpe el derecho a ser distinto y bueno y noble y sagrado. Por eso, hoy recuerdo ese verso de Federico, que la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.
David Bowie, el gentleman británico, el White Duke, el Señor elegante y autosuficiente que en 2003 rechazó el título de Sir que le otorgaría la reina Isabel II, porque “no tengo intención de recibir una de esas cosas. Seriamente, no sé para qué sirven, no me he pasado la vida trabajando para eso”.
Nada nuevo podré contar aquí sobre esta joya. No es mi intención. Rescataremos algunas curiosidades sobre su gestación, por si alguien que esté leyendo estas líneas desconozca su historia, pero aquí, lo que pretendo, es contar una historia de amor.
La radio también sobrevivió al hilo musical. En los algoritmos falta la voz, que contextualiza todo y te permite focalizar tu admiración ¡o tu antipatía! en el humano que te está hablando. Se trata de una experiencia diferente, seguramente más rica.
“La cultura artística, que es de la que aquí se trata, lleva en sí el pasado y el presente ya que la música y las artes en general tienen el poder de superar la concepción del tiempo. De los tiempos. Y sí, en sociedades aún abrazadas al miedo es normal que exista autocensura.” (Niño de Elche, Profesor Jonk, julio 2021)