Un cuerpo inerte
no admite lucha,
igual que lo estanco,
el agua sucia
y en parálisis
se rinde a lo perpetuo.
escritora
El problema
es que hoy en día
la mayoría de los hombres
saben dónde está el clítoris
pero no pueden
encontrar tu corazón
y mucho menos
el suyo propio.
Sus ojos son dos lapislázuli
sobre corrientes de leche
flotando como nenúfares
Confesión: sufro cierta adicción por las historias turbias. No, mejor no, rectifico. Gozo con mi adicción a las historias turbias. Sí. Mejor así. Y con El hijo (Muñeca Infinita, 2022), la perturbadora novela de Gina Berriault (Long Beach, California, 1926-1999) mi adicción se ha colmado.
El sonido de lo que posiblemente sea un plato rompiéndose nos saca de la hipnosis. Bajo la escalera, se oyen voces; juraría que son dos fantasmas discutiendo junto a la alacena. Dos espectros rojos con los ojos encharcados que juegan al tira y afloja con la vajilla y el hambre. Mi hermana, -quien asumo, odia los ruidos-, sube el volumen de la televisión justo cuando los cuchillos vuelven a lanzarse y el pestillo de la puerta no es lo suficientemente fuerte como para enmudecerlo
Socorro Venegas escribió Ceniza roja (Páginas de espuma, 2022) hace 23 años, cuando su marido Alan murió de forma súbita. Por prescripción médica volcó sus emociones en fragmentos, sin voluntad de continuidad regular, y aquel diario de duelo insepulto se materializa ahora en un poético libro ilustrado por Gabriel Pacheco.
padre. no te culpo. sé que al verme nacer te asustaste. te aterrorizó el poder que yo tendría sobre ti al amarme.
ya nací hecha mujer. nací hablando y te asustó lo que decía.
Ya hemos perdido
y ahora
ilustre es quien agarra
con sus manos mi cuello.