Es embarazoso. Como el hecho de cenar solo.
Existe una cierta dignidad en ello pero yo no la encuentro, me gustaría apostarme junto a la mesa de seis universitarios que hablan entusiasmados, alguno de ellos es psicológicamente caracterial y se agarra al móvil para sobrellevar mejor su desplazamiento.
Categoría: Relatos de viajes
Desnudos en la lluvia, cuento de psiquiátricos de provincias
Carreño tiene la cara angulosa, morena y agujereada. Su dentadura amarilla es como un piano maltratado por el tiempo y su risa es escandalosa y febril. No le importa tener pocos dientes a su edad: unos treinta y cinco. Sin duda, el tahúr repartió las cartas y los ases fueron a las manos de siempre.
– Estaba en Las Ramblas de Barcelona y me echaron las cartas. El de Marsella no; el brasileño, que es el bueno aunque más peligroso. Me dijo: ” Muchacho, nunca he visto a nadie que me saque tres comodines. Tú vas a tener estrella, victoria y luz pero el dinero no lo verás. El poder no está hecho para ti “. Y aquí estoy, sin un duro porque no lo quiero. Yo he prescindido de los bienes terrenales. Sólo necesito tabaco, café, mis walkman y un saco de dormir.
Parque
Aquí parece que nadie mira pero todo el mundo desea serlo y nadie deja de observar, las sirenas no paran de sonar como en una concurso de pájaros trinando por toda la ciudad, hoy se celebra la asamblea general de la ONU y de la 42 a la 47 se han cortado al tráfico, a las 10 ya hacía calor así que colgué la americana del brazo izquierdo lo que me produjo una ligera mancha de sudor por encima del abdomen, nada irreparable con buenos chorros de aire acondicionado a la entrada de los edificios.
Protagonista: genial microrrelato de Margarita del Brezo
Protagonista es un microrrelato sobre las visitas a mentes, nuevas prácticas universitarias recientemente puestas en marcha
Dotonbori
Hotel Cross, Dotonbori, Osaka.
Viernes
4:46 AM. Rellano del ascensor, 7a planta
El ascensor plateado se abre y el recepcionista se adelanta ágilmente a los dos sanitarios con maletín y mascarilla, precipitándose uno hacia la máquina de bebidas y otro hacia la zona central, cerca de una fina lámpara de cristal blanco de Kartell estratégicamente situada antes de emprender el pasillo perpendicular a un lado y a otro.
Boston, microrrelato de Carlos Aymí
Nunca se descubrió la identidad de la víctima y el informe forense llegó a pírricas conclusiones; varón, caucásico, en torno a cuarenta años y muerte por parada cardiorrespiratoria sin aparentes signos de violencia. A saber, me dijo un amigo médico. El bosque lo mató, dije yo. En el pueblo, cada quien esbozó su propia…
La dignidad de la manada
Una mañana, después de un viaje incómodo en camión, encontré un perro a unos pasos de la carretera. Estaba herido, descarnado, las fauces rojas y espumantes, tumbado bajo un árbol. Respiraba con dificultad. Tenía marcas de mordeduras en el cuello y el lomo. Supe que ese perro era yo. Al otro lado de una línea de arbustos, divisé una manada.
Historias de checos, panenkas y salamis
La noche terminó cenando y bebiendo a las intempestivas once frente a una mesa en la que expandía su halo el mítico Panenka, rodeado por su cohorte de atractivas mujeres rubias arrebujadas en pieles. Incrustadas, apretadas, dibujadas, deseadas en pieles.
Panenka es un loco que un día se saltó las normas y se jugó la gloria y el destierro a cara o cruz y ganó. En las cosas importantes no cabe la tibieza.
El regreso de la delegación
…Los chinos que llevo al lado, al fondo del avión, no entienden la vaina y los rusos aún menos, aquí dicen que reír es de locos.
Cruces: amor en tres fases
Ella devuelve las pelotas con parquedad y esa cortesía que permiten los monosílabos. Se entretiene observando el extrarradio anaranjado de la ciudad, los edificios lejanos y las planicies de tierra, margaritas y basura próximas a la M-40.
Una furgoneta amarilla conduce muebles a alguna parte, unas cuerdas sujetan la puerta, el conductor sacude la cabeza rítmicamente. Le dejan atrás y el taxi alcanza velocidad, en la radio resucita una copla.
Fin. Relato de Elsa Calvo, punzantes diecisiete años de escritora
El sonido de lo que posiblemente sea un plato rompiéndose nos saca de la hipnosis. Bajo la escalera, se oyen voces; juraría que son dos fantasmas discutiendo junto a la alacena. Dos espectros rojos con los ojos encharcados que juegan al tira y afloja con la vajilla y el hambre. Mi hermana, -quien asumo, odia los ruidos-, sube el volumen de la televisión justo cuando los cuchillos vuelven a lanzarse y el pestillo de la puerta no es lo suficientemente fuerte como para enmudecerlo
Cuento de mala calidad, de Margarita del Brezo
Ajeno a todos estos pensamientos y emociones, el cuento de Cenicienta se bate contra las olas en una lucha feroz y desigual. Intenta mantenerse a flote apretando firmemente sus páginas, cada vez más húmedas, en un intento desesperado de mostrar resistencia al tempestuoso líquido que le azota el lomo y se cuela ora por el flanco de su cubierta, ora por el de la contraportada, como un ejército de gotas infinitas pertrechadas con balas de espuma y sal.
Empleado del siglo. Gonzalo Trinidad Valtierra, México
Marzo, aborrecible y sin trabajo. Después de la entrevista —la tercera de este mes—,
Germán Huesca salió a la calle con plena conciencia de su fracaso. El sol comenzaba a
declinar entre los edificios de una ciudad caldeada en el aire imbécil de las cuatro. Caminó
sin rumbo, las manos hundidas en los bolsillos del pantalón. Se detuvo frente a las puertas
de una cantina, atraído por el jolgorio de un conjunto que entonaba sones y matanceras.
Thanks: cuento a Oxford, sus librerías y Escritores
Le sorprendió sobremanera ver abierta la librería de viejo un domingo; a fin de cuentas, no existía una combinación más mortecina y aburrida que la de Oxford y un domingo. Siempre pensó que los domingos eran unos días infames que había que dejar transcurrir y pasar de puntillas, pero es que allí alcanzaban la categoría, como escribió en algún sitio Baudelaire, de domingos desterrados al infinito.
Solo soy tímido, por Carlos Aymí
El curso se impartía en uno de los salones del Hotel Ritz. Ramón entró de los primeros,
con la mirada deslumbrada por el lujo y la pregunta de cuánto habrían pagado los
organizadores. Fue a sentarse en primera fila. Lo había decidido de antemano, era el
primer reto personal que se había propuesto; se pondría donde todos pudieran verlo, no
iba a esconderse en un rincón como había hecho toda su vida.