Sudan las manos, sobrevenido un ligero temblor, se inquieta la respiración. Noche importante, la más transcendente de su incipiente carrera. El anfiteatro de la capital rebosa con lo más granado de la sociedad, clase enriquecida a costa de apellidos, sangre, conquista y abolengo.
Su madre, sus lindas hermanas, su estricto tutor; todos asisten expectantes en este concierto tan esperado por la elite cultural que maneja los hilos del país.
El concierto es difícil, de una complejidad técnica y emocional que ya asustó a los coetáneos del maestro ruso.
El Opus 35 fue compuesto por Chaikovski sobre las suaves brisas del suizo lago Leman, bálsamo y cura para su alma rota por aquel desastroso y efímero matrimonio de conveniencia cuyo único fin fue ocultar o enmascarar su homosexualidad.
No viven los mismos tiempos el viejo compositor ruso protegido del Zar y el ahora pujante y talentoso hijo mayor de una de las más arraigadas estirpes de la nación. No hay ya juicios de honor entre los colegas de oficio que te empujen a un suicidio pactado y la tolerancia es palabra en boga, pero siguen existiendo almas condenadas por la rancia tradición.
Sudan aun las manos y retumban en sus oídos los adioses y las amenazas.
No puede olvidarle, a él, con más sueños que dueños, con más ilusiones que posesiones.
No puede ni podrá.
La vida no parece ser vida si no es mirada a través de sus ojos verdes, si no está su mano para ser tomada.
La decisión está echada. Será el último y más difícil de su vida. Su violín será voz y eco de su interior en llamas.
Su arco vuela haciendo el amor al cuerpo de su violín en el primer allegro y al llegar al segundo tiempo, un “andante “más lento, se funde su alma con la del violín, esa varilla interna que transmite la “vibratio” a toda la caja como lo hace su corazón a cada frontera de su cuerpo.
Alguien llora en silencio y se aleja para siempre dejando un asiento vacío.
En el tercer tiempo, un allegro vivacísimo todo explota en su interior, en lo breve existe una vida perfecta y puede cabalgar sobre el miedo que le atemoriza. Mira a su madre y siente en ella el destino cómplice de los que deben callar.
El final es glorioso, una explosión de velocidad y vuelta a la vida. El teatro se alza en aplausos sin que nadie sepa distinguir en sus lágrimas, la emoción o la desesperanza.
Ya no sudan las manos, ni acude involuntario un súbito temblor. Hoy toca su ultimo concierto, él, que ha vivido todos y cada uno de los infiernos de Rimbaud.
Ya no está su madre en la platea ni su estricto tutor.
PD
El Opus 35 del genio ruso es posiblemente la más difícil composición para violín. Requiere de una compleja técnica y de grandes oleadas de emoción. Exige tal virtuosismo que uno de sus coetáneos, Leopold Auer, rechazó estrenar la obra a pesar de la dedicatoria del propio Chaikovski.
Se cree que el autor de San Petersburgo se suicidó obligado por sus compañeros para que no se hiciera pública su homosexualidad y afectara a su Zar, Alejandro III.
El Opus 35 lo compuso en Suiza, refugio tras su fallido matrimonio y un intento de suicidio lanzándose al rio Moscova.
Freddy Santos es autor de relatos y poesía, cooperante internacional, profesor nacional de tenis y alma libre. Su poesía, nunca engolada, rezuma historias y su narrativa no puede evitar dejar entrever un lirismo al que no renuncia ni en el realismo más sucio.
Colaborador habitual y miembro de la banda de Jonk, en 2023 ha publicado su primera colección de cuentos y poesía, Un cuento imposible de acabar, maravillosamente ilustrada por María José Carmona Alfaro. Absolutamente aconsejable si queréis descubrir autores fuera de guion.
Anteriormente publicó El tenis de mi mochila: Diarios de un entrenador de tenis.