El legado

Mi amigo cree en Dios, en su Dios, no lo impone. Mi amigo está sentado en el borde del risco lanzando piedrecitas a un riachuelo que se ve diminuto al fondo de la garganta.

Mi amigo busca respuestas, las mismas que yo, las de todos. Él siente que su dios bueno las sabe y eso da sentido al fluir del riachuelo que en su curso traza un meandro allá abajo. Miles de años lleva ese río horadando las rocas calizas, ajeno a las disquisiciones de los hombrecillos.

Yo aún no creo en su dios, pero también me pregunto las mismas cosas que él se cuestiona, las de todos.

Los mismos vientos nos han esculpido a ambos las grietas del semblante. El mismo sol nos calentó y la misma tierra ha sido muda testigo de nuestro andar errático. El tiempo ha cultivado surcos en nuestras mejillas y está por ver si a cambio nos dio algo de sabiduría.

Los caminos nos han hermanado. Las alegrías nos juntaron y las desdichas tejieron lazos imborrables e insobornables en nuestra amistad.

Él cree, yo no tanto. Ambos somos buenos hombres, ninguno de los dos santos. Él busca en la fe lo que yo en ella aún no hallo.

Ninguno se sabe elegido, ninguno es de su ignorancia, un fanático. El río ni nos mira. Lleva allá abajo tantos años.

El silencio entre nosotros es cómplice y no necesita ser profanado con frases huecas.  Ambos miramos valle abajo y vemos la aldea que humea en los primeros albores del otoño. Los ocres ,ámbar y  granas alfombran un paisaje tan antiguo como el meandro.

¿Somos de aquí o de allá? Me cuestiono en alto señalando las casas que parecen diminutas en lo bajo del barranco.

De aquí y de allí mi amigo, de ambos lados. Somos de la manada de abajo y de la tierra de arriba. Tenemos sangre en ambos bandos.

Mi amigo no se gira mientras me habla, es parte del paisaje y del paisanaje. Eso quiere decirme, tenemos que guardar ambos legados; el de los hombres y el de los dioses que habitaban y esculpían estas rocas pedregosas antes de nuestra llegada. Los míos son viento, noche, agua y estrellas; los suyos por Uno fueron creados. Ninguno de los dos mataríamos por nuestras creencias, no somos ungidos ni la tierra nos fue prometida.

Las casitas humean abajo en el vado y mi amigo y yo nos miramos. No sabemos las preguntas, pero sí que debemos volver con cuidado y seguir protegiendo nuestro legado.    

Freddy Santos en Profesor Jonk

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