“Siempre será nuestro barrio. Aunque nadie nos conoció ni nos conoce ahora. Nadie sabe tu nombre y, sin embargo, por él yo hubiera, ese día, amurallado el lugar. Debí alzar barricadas como en el “Dos” y apostar en cada extremo los dos exiguos cañones de Daoiz y Velarde.
Autor: doctorzivago
¿Tomarías un tren a ninguna parte?
Yo lo hice.
Todos los miércoles.
Salía temprano, llegaba tarde.
No recuerdo bien si yo andaba buscando ese tipo de tren o él me buscaba a mí.
Cada mañana de los miércoles, bien temprano, yo tomaba mi billete y entraba en la estación azul de los trenes a ninguna parte.
Con el paso de los años,
he aprendido:
Que solo se recuerda lo vivido.
Que es más difícil soltar que agarrar,
que al principio desdeñas lo que tienes y
acabas amando lo poco que te queda.
No moriré por un edificio
Pues mi hogar persiste donde habitan los míos
No moriré por mi raza, por la sangre o por la tradición.
Ni por un mezquino color
No moriré por una lengua
Nacida para morir
Cuando tú no estés
Buscaré una costa infinita de rocas amorfas
Dedos de titanes que se enfrían al mar
Cuando tú no estés
Ya no están
Se fueron
Posiblemente emigraron a un alma más cálida
Y a amantes con mejor tiempo
A los que callan
A los revolucionarios de piscina y floja abdominal
A los ecologistas que no leen
A los agoreros
A los enterradores
Diecinueve años después y algunos días más tarde, un músico con sombrero cruza el umbral de un camposanto. Es una tarde de grises que pugnan entre sí. El músico lleva abrigo pues hace frío. Camina entre las lápidas que algún día fueron de marmóreo blanco cenital hasta encontrar su destino, una tumba sencilla.
Todos los viernes toma un tren de regreso a casa. En el andén 27 de la estación central de Múnich, Cada viernes, somnoliento, camina por las frías aceras a veces nevadas y siempre heladas. Todos los viernes toma un café. Un café y un croissant, en el quiosco de la estación: La brioche dorée.
Construiremos un muro
Alto
Inaccesible
Abrupto
Impenetrable
Con flores en nuestro lado y espino en lo alto
Plantaremos un Vergel en este lado del desierto
Cuando le conocí era un círculo , una curva , un zig zag , una sinuosa senda de esas que no llevan a ninguna parte. Cuando le conocí era un río que remonta arriba , bravío en su empuje y cristalino en sus remansos de paz.
Año 1996, frontera colombo-panameña, un estrecho pedazo de tierra muy codiciado por su posición geoestratégica denominada estrecho de Darién, tapón de Darién o sencillamente selva del Choco. Uno de esos sitios fronterizos donde bandidos, guerrilleros, colonos y retenes del ejército se enfrentan cada día en una lucha por la supervivencia muy alejada de nuestros valores occidentales de sociedad de bienestar.
Normalmente no hago prólogo a los poemas que publicamos porque no lo necesitan, pero estos dos de Freddy Santos García nos hablan de mujeres que abren los ojos al futuro y mujeres que ven la atrocidad como presente: las mismas y tan distintas, cuidémoslas.
Yo lo intento, me afano, procuro, pongo interés.
Cada mañana me visto del blanco inmaculado de mis ideas y prejuicios.
Me esfuerzo en ordenar la vida por estantes, tal como decís.
Debian ser las cinco de la mañana y nuestro pequeño grupo fue interceptado en el parque de Laureles de la capital Antioqueña. Nosotros éramos tres, ellos al menos una decena. Nos cortó el paso un tipo grande con sombrero de finquero y bigote de galán; pistola al cinto, camisa a medio abotonar, el perfecto protagonista para una telenovela de grandes terratenientes y verdes pastos.