La niebla se niega a levantar esta semana, no hay problema, tenemos cuatro grandes poetas ayudándonos a remontar noviembre. Hoy recuperamos a Christian Castiblanco, joven poeta colombiano de quien ya publicamos varios poemas en septiembre. De Barcelona a Colombia y, en breve, a Cuenca y Sevilla persiguiendo imágenes. Salud y abrazos.
Hermano menor
En sus ojos se ve la Inocencia sin límites,
un amor desinteresado que se expresa sin palabras…
una eterna infancia.
La pureza del alma de aquel hermano menor que menospreciamos…
nos creímos sus dueños en vez de ser sus protectores.
Fallamos en ser seres humanos,
ellos que sin serlo nos demuestran la verdadera humanidad.
Luces de entre la pútrida oscuridad
Luz en este inmundo teatro de sombras malolientes.
Eso eres tú, mientras mis oídos oyen los clamores de los que sufren
Aquí y allá, los desgarradores gritos rompen
la indiferencia del silencio.
Las explosiones y los disparos callan el trinar de los pájaros
pero tu voz es la sinfonía que calla el monstruoso ruido.
La tierra llora y las criaturas padecen
por una sola mano, la del despreciable bípedo que habla.
Mas tú y yo somos irremediablemente de su especie.
Tú me invitas a salir de este teatro y me tomas de la mano
para mostrarme lo que hay más allá de las acechantes tinieblas.
Hilos de esperanza,
el amor aún persistente herido mantenido en pie
y una tenue luz se niega a extinguirse.
Es la lucha que se niega a perder la batalla…
y de tu mano seguiré manteniendo
aquella luz que devela esta perversa escena
para que cuando nuestro tiempo termine…
seamos al menos estrellas,
luces de entre la pútrida oscuridad.
Las fincas
Amalgama de susurros coloniales,
aliento de nostálgica naturaleza.
Paraíso aparente de pesebre risueño.
En el verde arrullo de cánticos alados,
se escuchó el leve susurro doliente
del descuerno inmisericorde.
La muda angustia de los que nacieron machos,
en el seno de una fábrica natural de leche,
al presentir su degüelle próximo
para saciar comensales ávidos.
El herraje punzante del trotón colosal,
dominado en su magnificencia por el hombrecillo.
Tráfico de vida por unos pesos,
sonríen los regordetes hacendados, al callado lloro,
silenciosas almas que demandan los menús gourmets.
Las fincas, barracas de criaturas inocentes,
centros de concentración bellamente decoradas sus fachadas,
rodeado el matadero por frondosos saucos, perales y brevos,
Un holocausto para deleitar paladares indiferentes.
Holocausto sin fin
Claman por su vida las inocentes criaturas.
Lloran por su corta existencia
en su idioma preguntan angustiados por qué…
se les quita su derecho de vivir abusivamente.
Vidas perdidas y acongojadas
por tradición, por cultura o ciencia,
holocausto sin fin que extingue vidas
de seres que sienten
mantenidos prisioneros a un consumo
de masas insaciables
de criaturas “inteligentes”
justificando su barbarie
en inventos superfluos que matan…