Sofia Coppola y Tokio: More than lost, more than translation

Si alguna vez viajo a Tokio ya sé a qué Tokio quiero ir. Al de 2003. Al del Hotel Park Hyatt. Al de la habitación desordenada de Charlotte. Y al de la habitación de Bob, donde el fax nunca se silencia. Quiero ir a ese Tokio, a esos neones, a esa estética, al karaoke en el rascacielos con sala privada. Quiero una peluca rosa y una cebra por decoración (en la pared, en la cama o a los pies).

Dotonbori

Hotel Cross, Dotonbori, Osaka.
Viernes
4:46 AM. Rellano del ascensor, 7a planta
El ascensor plateado se abre y el recepcionista se adelanta ágilmente a los dos sanitarios con maletín y mascarilla, precipitándose uno hacia la máquina de bebidas y otro hacia la zona central, cerca de una fina lámpara de cristal blanco de Kartell estratégicamente situada antes de emprender el pasillo perpendicular a un lado y a otro.

Donde los gaijin se refugian en Shibuya

Cerca de la plaza de nuevo, hay un tipo con un cartel colgado del cuello. “Hugs for free”. Desgarbado y extrañamente alto para la media japonesa, no rebasará los veinticinco años pero está pidiendo abrazos bajo la lluvia.

Origami, historia de amor y muerte

Nueve de agosto de 1945. Lleva ya tres días de viaje, la mayor parte a pie. Sólo ha comido un cuenco de arroz que alguien le ofreció. El cansancio y las imágenes que ha visto le pesan como fardos de arena en las espaldas. Le duelen los pies, y sobre todo los oídos. Pero no le importa.

Rashomon: dos cuentos inmortales para una obra maestra del cine

La acción se desarrolla en dicha puerta, donde dialogan tres de sus protagonistas en tiempo presente (el monje, el leñador y el peregrino); y en el bosque, donde se recrea la versión de unos mismos hechos, la muerte y violación de un samurái y su esposa, a través de los testimonios sus protagonistas (el leñador, el bandido, la mujer y el propio samurái muerto a través de una médium).