Hoy no, el Madrid juega en Manchester

Manuel Osorio, a quien no le gusta que le digan Manolo, está a un minuto de ver cómo funciona el mecanismo que su madre aplicaba a su padre cada vez que había un Barsa-Madrid. Sentado en una cómoda hamaca de tijera que sus suegros le dejaron tras mudarse lejos, cuelga contenidos inconsistentes en Twitter para un día de 40 grados en pleno agosto, se levanta y vuelve a desaparecer andando en la piscina de formas naturales, rodeada de árboles, que asemeja un estanque verde que en ocasiones se convierte en lodazal o mínimo acumulación de hojarasca. Manuel ha traído la alta montaña y el rumor de los ríos, golondrinas, palomas y, en época fría, grajos a su casa en esta tierra seca pero le quedan unos segundos para que le molesten.

– Manolo, marido, ¿dónde me vas a llevar hoy?

– Hoy hay Champions, juega el Madrid y mañana el Barcelona. ¿Por qué no salimos a caminar mañana por la mañana y desayunamos fuera?

– Contigo no, que no te levantas, siempre con sueño acumulado de la semana.

– Vamos a las 9 y andamos ocho o nueve kilómetros, tú eliges la ruta.

. Pareces un anciano, me voy a buscar un plan yo sola, desde luego a ti el coronavirus te ha venido bien.

Manolo no la contesta asumiendo que efectivamente quedarse en casa siempre fue un placer y ahora además un ejercicio de resiliencia y responsabilidad conectado a las plataformas digitales. Ella sigue parloteando, él sale de la piscina y se aleja más allá de los árboles de su polémico jardín botánico sin jardineros recogehojas voluntarios suficientes en la familia. Básicamente él.

Ya en la casa ambos, ella pone unas canciones de Secretos, extraño grupo ochentero previo a la existencia de Manolo y que siempre le hace pensar que ella está mustia y que incluso añora algún novio de treinta años atrás. Son sus paranoias pero aun así no saldrá a un restaurante en plena pandemia pudiendo cingarse en el sofá a analizar la derrota del Madrid. No la desea especialmente pero cree que es conveniente la rotación y digamos que no simpatiza con la causa.

– Pues me voy a ir y me busco un plan, no salimos nunca-, insiste ella.

– Ahí tienes la puerta, no iré a buscarte, si quieres ya volverás. La semana pasada fuimos de restaurantes todos los días en el Algarve, algunos dos veces, cataplana a mediodía y bacalao a la noche, sólo piensas en comer y te estoy ofreciendo hacer deporte y desayunar juntos.

– Déjame en paz, ¿me estás llamando gorda?

– No te estoy llamando nada, estamos a quince minutos del partido y ya han conectado.

– Tan importante es.

Manolo intenta abstraerse y empieza a comentar la previa del match con los miembros del grupo de whatsapp, todos seres subyugados por la mujer, los hijos, la suegra, la familia política, los cuatrocientos amigos de cada hijo… El infierno. En este momento Manolo recuerda los sábados en los que su padre, silencioso, conducía hasta el centro de Madrid para ir a Galerías Preciados primero y El Corte Inglés después a comprar lo que fuera y cenar, siempre en velada del mejor Real Madrid-Barcelona de la historia.

– Es increíble, tío, la mía el otro día me montó un tercer cumpleaños de mi hijo con los compañeros del equipo de fútbol en un chalet habilitado como centro de ocio infantil con bolas de colores y demás, Le dije que este tipo de sitios todavía no pueden ofrecer garantías y lo organizó en un picadero montando a los niños a caballo para que no se rocen, abracen y babeen. ¡Y era la jornada decisiva de liga!

– No jodáis, no me digáis eso que anulo la boda.

– Tú estás bien así.

Los amigos tomaban la palabra y Manolo tuvo que justificarse, “vamos no me jodas, ir a un restaurante cuando puedo desparramar las tripas en el sofá”.

– Jojojo -, canta el coro.

La realidad es que Manolo, como la mayoría de ellos están en esa edad en que a los hombres se les empieza a ver en playas, piscinas y ríos orgullosos de su barriga, sin meter tripa, alardeando de poderío, quizás pensando que es el signo del triunfo cuando eres un hombre de constitución ancha, fuerte, sexualmente potente, con un gran coche 4×4 o quizás berlina y un cierto patrimonio y situación profesional.

– La puerta se ha cerrado, señores, no sé dónde va pero ha sacado la basura.

– La basura eres tú, tipo, jajajaja.

– Gol del Madrid.

– Gooool.

– Vamos, no fastidies, pero si iban 1-0, estaban fuera.

– Las cosas cambian, amigo.

Nuestro hombre abre la ventana, la terraza escupe fuego, otro vaso de Coca Cola.

– Volviendo a lo de antes, las mujeres tienen un radar especial que les avisa de los partidos de Champs, incluso en su estado matrimonial más avanzado son capaces de detectar ocasiones de gol antes de que se produzcan y boicotearlas con algún tema trascendente.

– 🙂 🙂

– Jojojojo.

La banda ríe, en la calle suenan niños jugando en el agua, es de noche, su mujer se ha puesto un vestido blanco largo de tono ibicenco, son las 10:30 y ya gana el equipo inglés. Una noche más Manolo, que quería ser Manuel pero se quedó en Manolo, se queda plácidamente solo y aburrido, cansado tras una semana de calor, esperando que su mujer se relaje y le siga queriendo. Mañana intentará levantarse pronto a caminar en plena ola de calor.

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