Solidaridad y ecología de Christian Castiblanco, Colombia

Panorámica del centro internacional de Bogotá, Colombia Panorámica del centro internacional de Bogotá

Cuarentena

Desnudas, desoladas las calles,
muda la selva de asfalto enlutado.
Alegres sus pocos brotes verdes,
destilan mugre al rocío inesperado.
Caricia de la niebla matinal.
Festivo el río danza, a la ausencia de podredumbre,
ya no le invade a raudales nauseabundos.
Y los crímenes ya no se hinchan a su regazo.
Alegres los mares, visten de nuevo cristalinos,
sus costas no son perturbadas.
Sus verdaderos amos vuelven a la acuosa morada.
Tristes las gentes desafanadas,
prisioneros anhelantes de bullicio.
Conectados banales son presa de la locura inútil,
de la desesperanza taimada y el tedio inocuo.
Desbordante de risa anda la Tierra,
sin sus verdugos andando erguidos.
Vuelve a brotar como escollo mutilado.
Cuarentena, cual felices haces,
a los que nadan en contra de la normalidad.
Pares criaturas virginales, que con letras hablan,
inmortalizados en las generaciones germinantes.


Mano y Bosque, bosque de niebla La Calera (Colombia)

Impaciencia

Los anhelos rotos al naufragio de los planes, así tal cual es la vida incomprensible a veces…
En la ególatra ansia de controlar los resultados, olvidamos el verdadero propósito del día tras día, cada amanecer trae su afán.
Y en la confianza de lo incierto está el alma de lo que llaman fe, esa tranquilidad que yace en el susurro diario a aquello que está más allá de nuestro entendimiento.
La consecuencia del obrar y el bumerán de las palabras bien o mal dichas revelan la fotografía de los días que entre el lloro y el suspiro se confabulan para nuestro bien…así no lo creas a veces…
“No hay bien que por mal no venga” … decía la Abuela, sé paciente y espera en lo que puedes llamar divino…sino jódete la vida en el mar inquieto de la impaciencia y ahógate en tus quejas.


Avenida Jiménez, Bogotá

Días iguales, confort insano

Calienticos en sus casas frente al televisor se quejan y hablan de lo que no harían…
Eso que a muchos mata y a otro centenar exilia, ellos los de los días iguales viven esperando que el día termine.
Los del confort insano indiferentes se enrolan en los ejércitos invisibles, rebaños mudos del cual se sacia la maquinaria hambrienta inmisericorde.
El peligro acecha y su velo de consumo los ciega inevitablemente, las telenovelas los anestesian y el dolor ajeno es un clamor distante que se niegan a escuchar.
Son la madera que aviva el fuego imperante que cada vez consume la esperanza de un mundo mejor, son los espinos en el camino, el viento en contra y la piedra en el zapato.
Sus días iguales quedarán en el olvido, pero hieren mientras existen, su confort insano asesina el tiempo que a muchos se les niega.