“The quiet american” fue escrita por Graham Greene en 1958.
La novela está ambientada en un Vietnam en plena guerra colonialista entre franceses y nacionalistas comunistas como principales bandos, a los que había que unir -unas veces a la expectativa, otras tomando partido más o menos veladamente-, a los muy devotos pero poco ritualistas Hao Hao; los más pintorescos caodaístas, religión sincrética de innegable gusto para su santoral, ya que incluía personajes tan incontestables como Cristo, Mahoma, Buda, Juana de Arco y Víctor Hugo; ejércitos privados como el del obispo católico de Path Diem, que llegó a reunir más de 25.000 soldados, o los piratas de río de Binh Xuyen.
Greene había visitado la zona entre 1951 y 1955 como reportero un total de 12 meses en distintos períodos de tiempo.
La presencia europea en Indochina se remonta al siglo XVI con la llegada de aventureros y misioneros portugueses y franceses, pero no será hasta el siglo XIX, con Napoleón III, cuando los franceses colonizan el territorio con la sustitución de las misiones católicas, por medio de una ocupación efectiva y conquista paulatina del país, que tiene como hitos la toma de Tonkin y la muerte del emperador Tu Duc en 1883.
Se impondrá una política de administración francesa fuerte, para explotar la industria exportadora, pero de abandono hacia la población autóctona de la colonia, de la que son ejemplo significativo dos datos de 1939: de veinte millones de personas menos de 700 eran universitarias y el 80% era analfabeta. Una situación que obviamente atrae las simpatías nacionalistas de lucha por un mundo mejor, más igualitario y menos depauperado.
Los nacionalistas comunistas, liderados por Ho Chi Min, declaran la independencia de la colonia en 1946, aprovechando el final de la II guerra mundial, de un país intervenido por Japón con la anuencia de la Francia colaboracionista nazi de Vichy.
Francia no está satisfecha con esa declaración y comienza una guerra colonial que acabará con la independencia de Vietnam del Norte (capital Hanoi) y Vietnam del Sur (capital Saigon) en 1954, que perdurará hasta la unificación total de 1973.
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The quiet american, el americano tranquilo, el americano impasible, no es un relato autobiográfico, ni un fragmento de historia sino que es un relato ficticio, es una novela que cuenta el triángulo amoroso entre un reportero inglés (Fowler), un representante de Estados Unidos de la Agencia de Ayuda Económica (Pyle) y una vietnamita (Phoung) dentro de un Vietnam en guerra.
Fowler es un hombre casado en una Inglaterra que le atora y a la que no quiere volver; un hombre solitario que necesita estar acompañado cuando vuelve a su casa en Saigon y que se refugia en Phoung; un hombre cínico, egoísta, que no quiere tomar partido y se considera un reportero, alguien que se limita a contar lo que ve, alguien que teme quedarse solo y que por ello quiere retener el amor de Phoung si es necesario a través de la mentira.
Pyle es un americano inocente y convencido de sus ideas. Un cóctel fatal porque no hay nada más peligroso que un ingenuo que quiere llevar a cabo sus ideales a cualquier precio. Pyle cree en una tercera vía más allá del comunismo y del colonialismo. Pyle cree en la familia tradicional y en casarse y tener hijos y así se lo confiesa a Fowler y a Phoung, declarándoles su amor por la vietnamita.
Greene anticipa lúcidamente el avispero que será Vietnam con la intervención de los Estados Unidos. Greene plasma magistralmente una historia de amor marcada por el hecho de que Pyle, en un momento dado, salva la vida de Fowler. Salva la vida a la persona a quien le quiere quitar lo único que da sentido a su existencia, Phoung; salva la vida a alguien que sería capaz de matar o de dejar matar a quien le quitara la razón de su vida.
Amor, política, misterio se combinan en una obra que les recomiendo que lean y disfruten.
La novela tuvo dos adaptaciones al cine. La primera del gran Joseph L. Mankiewicz, de quien se dice que fue el único cineasta que nunca hizo una película mala.
El guionista y director rodó esta película en 1958 cuando fundó Figaro, su propia productora, con la que rodó La condesa descalza y The quiet american. Fiel a los diálogos de la novela, y muy bien guionizada, la película es una buena película, un thriller muy entretenido desde el punto de vista artístico y creativo, pero claramente manipulado desde el punto de vista del espíritu de la novela. Graham Greene quiso en su novela plasmar la dificultad de luchar contra el instinto de la estupidez, y quiso criticar el incipiente intervencionismo americano de boy scout más o menos bienintencionado que irrevocablemente llevaría al conflicto y al desastre. Mankiewicz, sibilinamente, seguramente porque a él le importa más el entretenimiento y el thriller emocional de la novela que su trasfondo ideológico, hace de una adaptación muy rigorista de la obra con un giro de ideologías muy de la américa, ya mcarthysta de la época, cargando todos los huevos de la culpa y de las tragedias del film en la cesta del comunismo. El propio Greene escribió un furibundo artículo en el Times renegando de la tergiversación de su mensaje. Greene siempre se confesó católico, escritor (que no escritor católico) izquierdista y “dispuesto a aceptar prácticamente cualquier cosa que pueda fastidiar la política exterior de Estados Unidos. Reconozco que esto puede parecer bastante simplista, pero es así.”
La segunda adaptación del 2002 con un siempre solvente Michael Caine de Fowler, nominado al Oscar por el film, y un sorprendentemente contenido Brendan Fraser de Pyle que está a la altura del maestro, para mi gusto es una película a la par que la anterior desde el punto de vista narrativo, aunque me gustan más los diálogos de la primera (Mankiewicz como guionista es prácticamente insuperable). La segunda es más fiel al trasfondo de la novela. Sin duda, Greene no hubiera renegado de esta adaptación y probablemente le hubiera tenido más simpatía que a la primera. La película tardó varios años en rodarse y se retrasó un año su estreno por la coincidencia con los atentados del 11-S.
Les recomiendo que se imbuyan en ese Saigon colonial de cafés de aroma francés, de pipas de opio, de reporteros cínicos y resabiados de corazón roto y aguardentoso, de detectives comprensivos y caballerosos, de pantalones y pañuelos de seda, de jóvenes atemorizados con armas de fuego, de rickshaws y bicicletas, de diálogos certeros y profundos, de silencios como epitafios, de restaurantes con alambradas, de tubos de escape que suenan como granadas, de granadas que no suenan, de tomas de partido, de ingenuos peligrosos, de tontos útiles, de listos inútiles, de mujeres calculadoras que se buscan la vida…
Y traten de entender la forma que tienen los demás de ser buenos y la encrucijada en la que nos encontramos cuando no coincide con la nuestra. Cuando no queda más alternativa que actuar tan correctamente como la ocasión requiera. Cuando a uno no le queda más opción que aferrarse a la verdad pero la verdad es efímera. Cuando uno siente que necesita decir lo siento, no tiene a quién y confesarse no basta.