La pasada primavera escuché una entrevista a Nuccio Ordine, filósofo y profesor de Literatura Italiana en la universidad de Calabria. Fue en la cadena Cope el sábado 6 de mayo y se la hizo la periodista Cristina López Schlifting, tras haber sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2023.
Descubrí un pensador excepcional, alguien fuera de nuestro tiempo, que hablaba de su libro “La utilidad de lo inútil” como quien presenta un cuaderno de bitácora para entender la vida y mantenernos a flote ante el oleaje de utilitarismo que nos sacude cada día. No sé cómo terminó el sábado pero, desde luego, no pudo comenzar mejor.
Mañana, 20 de octubre, la pareja y la hermana de Nuccio Ordine recibirán el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades en su nombre a título póstumo. Será un momento emotivo, merecido y cruel a partes iguales -conozco el sabor agridulce de las condecoraciones a título póstumo y sin duda deja un regusto que nunca se va.
Escuché dos veces la entrevista a Nuccio Ordine, realizada un mes antes de fallecer y, por supuesto, no pude evitar leer “La utilidad de lo inútil” (editorial Acantilado) y regalarlo, de momento, a un amigo al que provoco demasiado hablando de política y que aun así se mantiene cerca. Amistad y tolerancia.
“La utilidad de lo inútil” es un pequeño libro, uno de esos llamados a convertirse en clásicos imperecederos por la verdad que condensan, un paseo por la historia de la literatura, de la enseñanza y de la ciencia desde un curioso punto de vista común: la defensa de la inutilidad, la búsqueda, el juego, la investigación sin plazos ni objetivos, métricas ni planes de ventas o de negocios en el horizonte.

Ordine hace un repaso de grandes obras y maestros de la literatura y la filosofía desde los clásicos griegos hasta nuestros días, mostrando cómo sus personajes y los propios autores lograron lo impredecible tras dejarse llevar por la búsqueda de la verdad sin ningún criterio utilitarista.
Así, nos hace saltar de Foster Wallace a Dante, del mercader de Venecia al Quijote, de Aristóteles a Platón y de Baudelaire a Lorca, siempre bajo el paraguas de lo maravillosamente inútil.
La segunda parte de la obra nos adentra en la educación, en la que muestra su amplio conocimiento de la deriva de los programas universitarios y de la gestión de centros a nivel mundial, en un mercantilismo creciente que nos lleva a la universidad-empresa y alumno-cliente, situación en la que los objetivos económicos envilecen y destruyen el sencillo aprendizaje, con el que aportar una visión general que inevitablemente se va perdiendo.
En el último epígrafe de esta parte, el pensador italiano concluye que
En los próximos años habrá que esforzarse para salvar de esta deriva utilitarista no sólo la ciencia, la escuela y la universidad, sino también todo lo que llamamos cultura. Habrá que resistir a la disolución programada de la enseñanza, de la investigación científica, de los clásicos y de los bienes culturales. Porque sabotear la cultura y la enseñanza significa sabotear el futuro de la humanidad.
Hace algún tiempo tuve ocasión de leer una frase simple, pero muy significativa, inscrita en el tablón de anuncios de una biblioteca de manuscritos de un perdido oasis en el Sáhara: “El conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse”. Sólo el saber -poniendo en cuestión los paradigmas dominantes del beneficio- puede ser compartido sin empobrecer. Al contrario, enriqueciendo a quien lo transmite y a quien lo recibe.
“La utilidad de lo inútil” concluye con una tercera parte, corta y certera, titulada Poseer mata: “Dignitas hominis”, amor, verdad, acompañada de una cita de Montaigne que asegura que es el gozar, no el poseer, lo que nos hace felices.
Y sobre la insistencia en la búsqueda, en el camino, en el hecho mismo de la caza, centra este corolario de su obra. Lejos, muy lejos de todo objetivo cuantificable, de todo beneficio para el autor, el docente, el centro de enseñanza o el investigador. Tan lejos que no se pierda la libertad y la sensación de juego, de prueba y error que tantos logros geniales nos ha traído.
Como apéndice, un brillante artículo de Abraham Flexner titulado “The Usefulness of Useless Knowledge”, publicado en Harper´s Magazine en octubre de 1939.
En él, Flexner pone en valor a grandes científicos desconocidos para el gran público, cuyo trabajo sin mayor objetivo que la propia investigación y el mero conocimiento a través de la experimentación, fue base necesaria para que posteriormente se aplicaran sus conocimientos al desarrollo técnológico por parte de ¿investigadores?, ¿técnicos?, ¿inventores? más cercanos a la industria, como Marconi o Edison.
Os dejo la palabra de Nuccio Ordine en entrevista a la cadena Cope el pasado 6 de mayo. Disfrutadla.
José Félix González-Encabo @profesorjonk
Desgraciadamente ha fallecido. Un premio muy merecido. Buen día.
“El conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse”. Tan cierto.
Muy recomendable, Teresa, espero que te guste, un humanista de los que ya no quedan