Señales de golpes en la espalda, un sujetador azul, la mirada entre triste y perdida, un rouge de labios que acentúa la tristeza, el beso a una niña pequeña que duerme, la puerta que se cierra y la oscuridad de la noche. La noche de la ciudad santa de Mashhad, la noche del bullicio en la calle, la noche solitaria en la periferia, la noche que augura un destino maldito mientras ruge una moto.

Libro al margen de la trama, que a mi juicio no busca tanto un viaje por la historia de la violencia en México (desde el exterminio indígena bajo corona española en el siglo XVIII, hasta las atrocidades de los cárteles de la droga y, especialmente, los desaparecidos contemporáneos -más de 52.000 según la ONU que requerirían 120 años para proceder a sus identificaciones, una cifra tan mareante como inasumible-) sino una sensación…