lo primero que perdí
fue la tarde; empecé a repartir
tarjetas y paquetes
demasiado pronto,
pero me propuse recuperarla,
iluso y ya cansado, para el último
año de carrera
luego dejé la universidad
y, además, se fueron
descolgando de mis dedos
las mañanas sin ningún aviso,
por lo que sólo me quedaba el insomnio
me agarré como una lapa seca
a las excusas y a las llamadas
a menos cinco, pero cuando
ya faltaba poco para el sábado,
de repente, la vida
empezaba a saberse una colección
de horas desaprovechadas
con algún rato envidiable
pero ya no echo de menos,
y qué sorpresa adivinarme tan robusto
ante la sacudida
del arrepentimiento; desde el desastre
organizado imagino
que mis tardes
son cualquier tarde de pesca
con mi abuelo o con mi tío, cogiendo
siempre el mismo pez
recién nacido que debe
lanzarse al agua de nuevo,
en un vibrante ciclo
que jamás es aburrido
(poema incluido en el libro “Que empiece la tarde”, editado por Valparaíso Ediciones, año 2021).
Fotografía : Igor Vitomirov