Días paralelos, microrrelato sobre maneras de levantarse

Hay mañanas en las que me levanto, cubierto de legañas y con los rayos del sol disparando balas de luz sobre mi torso desnudo, creyendo incondicionalmente en el destin. Me agarro al concepto como si se tratara de un clavo ardiendo y rememoro todas las razones que preceden a las casualidades que nos envuelven, los diálogos en los que no pretendemos decir nada y que guardan los secretos de cualquier relación. Leo en los posos nuestro futuro, removiendo a los traviesos que pretenden desconcertarme formando constelaciones negativas en la superficie oscura del café. Lanzo bolas de papel a la papelera, jurándome que si encesto tres de cuatro pasará esto o lo otro, y hago trampas y me doy doscientos tiros hasta que puedo respirar y salir del apartamento con la seguridad de que tiene que ser así porque así ha sido predestinado.

Otras mañanas al levantarme, descansado y con la gata durmiendo plácidamente entre mis piernas, siento el peso del universo sobre mis hombros y me dejo caer de nuevo sobre la cama, asustado y muerto de frío.