Verano del 96
Atrás quedaban 21 días de selva y mosquitos, de hambre, de humedad, pero también de relámpagos que zigzaguean como serpientes iluminando la tierra.
21 días de acarrear “cascajo¨, empujar troncos ladera arriba y barro abajo. Nuestra misión y proyecto era concienciar a la población de que debían cuidar, salvaguardar la salubridad de la quebrada. Todos dependían de ella y todo lo que se contaminase aguas arriba se pagaba aguas abajo. Eran campesinos desplazados que intentaban huir de la Violencia que azotaba el país. No habían nunca dispuesto de tiempo ni plata para educación ni reflexión, la mera supervivencia les restaba vida y energías. Básicamente, dábamos ejemplo y construíamos letrinas en cada potrero. Algunos ayudaban, otros sólo miraban, pero todos nos regalaban una jarra de agua panela por las molestias y el sudor derramado en su tierrita.
El Choco era selva brava, había que ser muy hombre para arrancarle un guiño de supervivencia a golpe de machete y coraje. El Tapón era zona donde PARAS, FARC y ejército regular se disputaban el “amor del pueblo “aunque sólo lograron ganarse su MIEDO.
21 días de barro y una ducha te parece la Yanna , una cerveza su séptimo nivel…
Medellín era a su pesar la ciudad de Don Pablo, Escobar. Famosa en occidente por su Cartel, su nieve y su desigualdad. Pero pronto la hermana grande te seduce con su certamen internacional de poesía, su fiesta de las flores, su pasión, su juventud, sus desmesuradas ganas de vivir .
Bienvenido a la ciudad de la eterna primavera, con sus 21 grados perpetuos y su alegría contagiosa. Bienhallados en el valle del Vallenato y la cultura esgrimida como argumento subversivo y de resistencia pacífica al triste alegato de las armas y la sinrazón. Eterna balacera ”huevón”, mal parío, hideputa …y se ríen de sus suertes, y las cantan , no sé en qué orden. También mueren, y huyen …tampoco sé bien el orden.
Agosto se engalana durante diez días y toda la ciudad baila alrededor de las avenidas.
Los chicos del SCI (Servicio Civil Internacional) nos invitaron a los “Corpo Truppe Volontarie” a conocer y descubrir la magia de la noche antioqueña.
Por avatares que olvidé, acabé solo en el “Tibiri” como única representación gringa en compañía de dos aguerridos activistas de la izquierda local. He de reconocer que de joven era muy revolucionario, pero más por corazón indómito que por convencimiento intelectual y la charla pseudomarxista bolivariana me hastiaba un montón (puestos a elegir me hubiera alistado en las filas de Bakunin, pero mirad cómo acabó).
Así que yo asentía, le daba al trago de ron y cruzaba miradas con todos los ojos de gata dispuestos a jugar al juego más antiguo del mundo.
En Colombia se vive en la calle y en aquella época también en ella se moría.
Hay puestos ambulantes de todo, desde frijoles y tinto hasta trago y música; los paisas te persiguen ofreciéndote todo aquello que requiera la ocasión.
El trío de tres calaveras que formamos los dos activistas y yo, deambulamos por la 70 enamorados de vida y poesía (ellos también de Marx).
Caminábamos contentos, satisfechos, henchidos de bohemia y juventud… Paseamos unas cuadras hasta el parque de laureles, no más de diez minutos. Y allí nos paramos, o mejor dicho, allí nos pararon .
Allí fui Ayombero, en el primer parque de Laureles, cerca de la avenida 74.
(Continuará)