Esta es la historia de un cuento que no fue escrito y fue condenado a vagar eternamente por el limbo de los cuentos…todos los cuentos le miraban por encima del hombro y con desprecio le recordaban que un cuento no pervive si no es escrito, que su existencia sería tan fugaz como una brisa de finales… que no sería ni siquiera un recuerdo, ni un eco, ni una huella desgastada, ni un indicio, ni siquiera sería un vestigio, ni una prueba, ni restos… no sería nada… ni polvo, ni ceniza… porque los cuentos no escritos mueren para siempre y… nuestro cuento se sintió desesperado y sin aire y llamó a las puertas de los cuentos con final feliz, ni siquiera lo abrieron. Aporreó la logia de los cuentos de triste final y aunque fue tratado con más humanidad y comprensión tampoco allí le dejaron ocupar un sitio.
Nunca supo cuándo nació aunque recordaba los susurros de piedras viejas y cansadas… estrechas callejuelas y el rumor de un río ancestral.
Recordaba el aire cálido de una noche de verano suspendido en la terraza de una habitación junto al mar y a un joven confuso que exorcizaba sus demonios con unos garabatos y ahuyentaba al fantasma que impedía su sueño…
Allí nació y allí fue condenado para siempre, ahogado en tinta de palabras desesperadas.
Y nuestro cuento vaga por las sendas escarpadas de los cuentos rusos, por los mares de fábulas y quimeras… deambula desnortado por los valles populosos de los cuentos chinos. Visita las cimas heladas de los cuentos mitológicos, pregunta por nacionalidades, por lenguas no escritas, por símbolos y signos, por los escritos en el reverso del alma, interroga e interpela ante breves y largos, ni los inmorales le dan albergo… ni los malditos le hacen un hueco entre sus filas perseguidas.
Y suplica a la prosa y le llora al verso, su ira estalla asonante y arrítmica… sus gritos violan el sagrado pacto entre silencio y belleza…y avergonzada la luna se emboza, se borran las estrellas y el mar detiene su incesante rumor, los caminos tratan de esconderse entre la densa vegetación, el viento mantiene la respiración, nadie habla… nadie acude… ni crepita el fuego, ni danzan alrededor las grotescas sombras de la sinrazón.
Nuestro cuento vaga nuestro cuento muere, agoniza, se asfixia, nadie lo escribe, nadie lo escribirá, su belleza, su ternura, su pasión, su fuerza, su crueldad, su dolor, su desgarro, su tristeza… se disipan en la nada ante la impasible mirada de todos los cuentos escritos, se desintegra y mientras lo hace observa aterrorizado cómo ni siquiera su sangre riega la tierra que aún lo sostiene, ni mutar en ceniza, ni eco, ni vestigio, ni huella, ni indicio, ni nada…
Y antes de que todo acabe un sabio y anciano cuento se acerca con pasos acelerados e impropios de su edad ancestral, se detiene.
Su mirada gris y serena de cuento sabio se funde en un último y fútil intento de comprensión con esos ojos imposibles de describir porque nadie ha visto morir agonizante un cuento inexistente.
Nadie.
Morir.
Un cuento.
Inexistente.