Eustaquio Putrefacto llevaba desde que murió preparándose las oposiciones para zombie. Estudiar era algo que ni siquiera cuando la sangre le corría por el cerebro se le había dado bien así que, ahora que tenía la cabeza con forma de piedra pómez a medio usar, el esfuerzo le estaba dejando prácticamente en los huesos. Pero lo peor no era que nunca hubiera sido bueno aprendiéndose los temarios, lo peor era que ni copiando llegaba a aprobar. Siempre, en todas y cada una de las trampas que había intentado hacer, le habían pillado, acusado en público y suspendido. Durante toda su vida le había perseguido esta mala suerte.
Pero esta vez iba a ser distinto.
Como todas las cosas que ocurren después de la muerte, los exámenes se desarrollaban al revés que en vida: primero el práctico y después el teórico. Y él, que podía seleccionar la fecha de la prueba, eligió el 1 de Noviembre para realizarlo, el día en el que los cementerios se convierten en un buffet libre de humanos. El señor Putrefacto saldría de su tumba, mordería a todos los sonrosados que se encontrara por el camino y volvería con tan buena nota en las prácticas que casi tendría la plaza fija de resucitado ambulante asegurada.
Al fin llegó el ansiado día y Eustaquio estaba todo lo excitado que puede estar un ser que no tiene sistema nervioso. Apartó la piedra que taponaba su tumba con lentitud, se levantó y comenzó a andar arrastrando el pie derecho mientras alzaba los dos brazos en el aire. Su actuación estaba siendo soberbia, conocía todos los movimientos académicos de zombie a la perfección y, solamente con aquella puesta en escena, tendría medio examen en el bolsillo. Ahora, sólo le faltaba encontrar a algún vivo, soltarle algún rugido de manual y morderle entre el cuello y el hombro que era la zona donde más puntuaba. Pero allí no había absolutamente nadie.
¿Se habría equivocado de día? No, estaba convencido de que era el día de los difuntos y que aquel lugar a esa hora debería estar a rebosar de sonrosados. Comenzó a deambular por el camposanto buscando alguna respuesta o, en su defecto, a algún animal que, por morderlo, le dieran algún punto extra hasta que, se topó de frente con un cartel. Abrió las cuencas vacías de sus ojos y se puso a leer en voz alta:
“Atención: Por culpa de la pandemia mundial que nos acecha, el cementerio estará cerrado al público hasta nuevo aviso.”
¿Pandemia?, ¿cerrado al público?, ¿ tal vez a algún opositor avezado se le había ocurrido antes que a él resucitar en aquel lugar?, ¿o es que le habían vuelto a atrapar en su burdo intento de hacer trampas? Desconocía totalmente lo que podría haber ocurrido pero, de lo que estaba seguro era que, ni después de muerto le había abandonado su mala suerte.
Welcome to the jungle!
Muchas gracias por la cálida bienvenida a este gran ecosistema cultural. Para mí es un gustazo el unirme a este proyecto. Un enorme saludo.
¡Muy propio para el Día de los Muertos!
Gracias por compartir.
Muchas gracias. Siempre me pareció interesante el darle un toque de humor a las situaciones supuestamente más “serias”. Con una sonrisa se vive mejor. Un saludo y gracias a ti por leerme.