El 8 de diciembre de 1980 me encontraba en mi nido familiar, supongo que cenando, cuando escuché en las noticias que un tal Mark David Chapman había asesinado a John Lennon delante de su vivienda del edificio Dakota, en Central Park West, donde años atrás también se rodara la mítica “Rosemary´s baby” -dirigida por Roman Polanski y traducida como “La semilla del diablo”. Un edificio en el que antes de la película ya habían tenido lugar doce suicidios, a principio del siglo XX Aleister Crowley dicen que ya había celebrado rituales satánicos y posteriormente Boris Karloff -nuestro enternecedor “Frankenstein”- había llevado a cabo sesiones de espiritismo en la ventana de su apartamento. Por cierto, un año después la familia Manson asesinaría brutalmente a Sharon Tate, actriz y esposa de Polanski, junto a otras cuatro personas en su residencia de Los Angeles. Sharon Tate estaba embarazada y la secta de Manson dejó escrito en una de las paredes de las escenas del crimen “Helter Skelter”, título de una canción de los Beatles y que Manson tomó para bautizar la guerra racial que con dichos asesinatos quería provocar.
Todo es circular y se conecta indefectiblemente, pero volvamos a nuestra historia, aquella noche de diciembre yo tenía diez años, ya escuchaba The Police y en la radio “The gambler” de Kenny Rodgers, supongo que Abba, Bee Gees, Kiss y otros sonidos de los 70, pero los Beatles apenas eran un rumor que no me llegaba ni por mi familia ni por la radio. Sin embargo, el sonido de “Just like startin’ over” con las premonitorias campanas iniciales inauguraron mi filia por los artistas muertos, los que ya pasaron.
Por aquel entonces mi padre viajaba semanalmente a la capital a realizar un curso para directivos y unos días después le pedí que me trajese el cassette de “Double fantasy” en el que John intercambiaba canciones con Yoko que, no diré lo contrario, era como un gato saltando por una cocina llena de platos mientras huye de alguna estaca.
Mi padre me trajo una cinta de grandes éxitos de Elton John -en algo acertó- y tuvo que volver a la tienda departamental para que yo tuviera ambos John en mi colección infantil de ídolos. A Elton nunca lo seguí, quizás el piano se me escapaba.
“Double fantasy” fue una obra maestra de un genio maduro, profesional y personalmente, alguien que ayer viernes debería haber interpretado algún clásico en prime time desde su retiro, pero la vida está llena de puntos de inflexión y fechas como aquel día de diciembre de 1980.
Precisamente el otro día volví a ver la película “Imagine” en el canal Sundance TV y unos minutos después encontré algunos vídeos del concierto de los Beatles en la plaza de toros de las Ventas de Madrid, el 2 de julio de 1965. Pésimo sonido y alaridos de Paul y John que me hacen dudar.
Justo 30 años después, el 18 de julio de 1995 en plena ola de calor, estuvimos viendo a Oasis desde la arena de la misma plaza, aquellos herederos de los sonidos Beatles con sus redondas melodías pop -que en ese momento se nos hacían suaves frente al rock alternativo americano-, sus dos álbumes incontestables, su actitud chulesca y su notable versión de “I am the walrus”.
Ayer 9 de octubre, Sean Lennon, hijo de John y Yoko, interpretó una versión de “Isolation” en The Late Show de Stephen Colbert. Sean, a quien John regalara, en el magnífico “Double fantasy” con el que se despidió, su inolvidable “Beautiful son”.
Ayer fue el 80º cumpleaños de John. Felicidades, amigo.
Las fechas, sus conexiones y los padres. Al final, cuestiones que nos obsesionan. Por cierto, aunque parecía un gato huyendo por una cocina, también me gustaba la enigmática Yoko, esa mujer oscura que sedujo y acogió a nuestro niño abandonado de posguerra y que en el 80 dejó grabado su orgasmo sonoro en “Kiss, kiss, kiss” para los niños autodidactas cuya educación no tutelan suficientemente sus progenitores.
PD: hoy no habrá “Saturday Night Live #6”, con este SNL ya tenéis suficiente para ser un poco más felices. ¡Salud y abrazos!