Todo empezó como un juego en nuestras redes sociales. Sin importar ganadores o vencidos. Escribir, en menos de dos minutos, pequeñas reflexiones o poemas, a sabiendas de que el resultado bordearía entre el rotundo fracaso y el suficiente raspón. Mi hermano y capitán de este barco sin arpones en busca de Moby Dick los bautizó, con humor y acierto, como Poemas WC.
Un ejercicio para desentumecer las neuronas machacadas por la vida cotidiana y la velocidad con la que corren las agujas del reloj. Sin mayor pretensión que animaros a jugar. Seguro que vuestro resultado será más satisfactorio.
El miedo a caer
Entre el “te” y el “quiero” se encuentra un precipicio donde no se puede andar sin riesgo de caer.
El corrector
Acompasar nuestras respiraciones hasta llegar a ser uno.
Dentro de mí.
Dentro de ti.
Leernos hasta el último pliegue de la piel.
Y cometer el error de corregirte una letra.
Dejarme fuera.
Sin rendiciones ni pactos.
Sin palabras.
Y volver a nuestras fronteras.
El mar
La felicidad la encontré en tu piel dorada recién salida del agua.
Su sabor a sal.
Su olor a mar.
Sus puntos de arena.
Su reflejo.
Su apetito voraz.
356.11 km nos separan hoy.
No de ti.
Del mar.
O de mí.
¿No es lo mismo?

Noches de San Juan
Hay noches que nuestros cuerpos desnudos, al entrechocar como animales salvajes, producen las chispas necesarias para avivar el fuego.
Otras, en cambio, llueve tan fuerte que cada uno busca su propio refugio.
Sus propias llamas.
La fosa de las Marianas
Iluminar las fosas más profundas de nuestros sueños.
Allí sólo sobreviven criaturas abisales que se alimentan de nuestros recuerdos.
Rescatar al menos uno con el que reconstruirnos.
Y volver a empezar.

Kamikaze
¿Por qué, cuando sé que me necesitas, me escondo en una burbuja?
¿Por qué sólo te abrazo con mis palabras cuando no estás?
¿Por qué quererte tanto se convierte en pregunta?
Y no encuentro respuestas.
たわごと
Soy un jodido kamikaze directo a mi propio corazón.
Frío
Me has dejado tu invierno.
Un frío que quema la cama.
La lluvia de ausencia en el pasillo.
El viento que apaga la leña.
Un manto de nieve sobre el sofá.
Me has dejado tu invierno.
El que te congelaba los pies.
El que te heló el corazón.
El que no supe calentar.

Polvo
Escribir o follar para desempolvar los recuerdos que me robaste.
Finisterre
Quisimos ser faro y tormenta en medio de un anticiclón.
El sol se llevó nuestros nombres.
Black Hole
Tu sonrisa vertical, resto gélido de una antigua estrella, tan densa que soy incapaz de escapar a su poderosa fuerza gravitatoria.
Lugar donde parar el tiempo y recordarnos como el primer día.

Los cangrejos también tienen corazón
Caminar a tu encuentro como un cangrejo.
Sin la lección aprendida y el caparazón roto.
Sólo con la estupidez que regala lo soñado y un discurso cogido con pinzas.
Al llegar, pasar de lado.
Mi puta naturaleza.
Perderte mientras las olas me arrastran al mar.
Corazón mudo
Cuidado con las palabras no dichas.
Sus respuestas pueden no ser de nuestro agrado.
Puntos de sutura
Coser tus heridas con el hilo de mis palabras.
Puntada a puntada.
Utilizar el perdón de aguja.
Las tijeras para cortar el rencor.
Y esperar.
Esperar a que cicatricen.
Y en la espera, curar las propias.
Sin tus palabras, perdón ni rencor.
Sin tu boca.

Maratón
Correr por tus versos y, exhausto, sudar la tinta con las que están escritos.
La marca del lobo
En las calles de mi ciudad se escucha aullar a los lobos, con sus libros bajo el brazo y varias copas de más.
Buscan presas a las que recitar novelas, relatos o poemas.
Corred. Huid.
Su literatura canalla te muerde el corazón.
Soy testigo, víctima y converso.
El reverso de los sentidos
Cerrar los ojos para ver qué me ocultas.
Tapar los oídos para escuchar tus silencios.
Cerrar la boca para decirte qué siento.
Tapar la nariz para rastrear tu ausencia.
Vestir el cuerpo para hacerte el amor.
Acabar riendo para llorarte.
Y tú, niña, ajena a todo.

Desorientación espacial
Ser el cartógrafo de todos los rincones de tu cuerpo y seguir perdiéndome cada vez que lo recorro.
El libro de mi vida
Leerte cada día.
En tu mirada.
En tus palabras.
En tus silencios.
Cada capítulo un género.
A veces pareces James Joyce.
Otras Roald Dahl.
Me pierdo en tus metáforas y regreso en las analogías.
Subrayo tus mejores momentos.
Pero el tiempo nubla la vista.
Y temo a la palabra FIN.
El baile de palabras
Te quiero con mi dislexia sin diagnosticar. Así que no tengas en cuenta si un día, cuando ya no estés, lees un te odio.

Inmersión
Bajaste, desnuda, a las profundidades.
Donde te perdiste.
O te marchaste.
Y no vale que en el último instante reclamaras mi nombre.
Pequeña, ya era muy tarde.
Hoy sólo vives en sueños.
La sombra de tu cuerpo.
El eco de tu voz.
Las caricias guardadas.
Nada
Montaña rusa
Quererte tanto que sólo me queda odiarte.
Odiarte tanto que sólo me queda amarte.
Amarte tanto que sólo me queda olvidarte.
Olvidarte tanto que sólo me queda soñarte.
End of the week
Fines de semana que parecen no tener fin pero que duran un suspiro. Tras una prolongada aspiración de emociones yuxtapuestas, espiramos, al llegar la noche, el eco de lo vivido, acompañado de un gemido mezcla de deseo y pena.