Debian ser las cinco de la mañana y nuestro pequeño grupo fue interceptado en el parque de Laureles de la capital Antioqueña. Nosotros éramos tres, ellos al menos una decena. Nos cortó el paso un tipo grande con sombrero de finquero y bigote de galán; pistola al cinto, camisa a medio abotonar, el perfecto protagonista para una telenovela de grandes terratenientes y verdes pastos.