El cantante de rock español Enrique Bunbury arrasó el 18 de junio en el mítico Madison Square Garden de Nueva York, con un inolvidable concierto que repasó su carrera desde sus inicios en Héroes del silencio.
Emotiva noche en un abarrotado Madison Square Garden, a pesar de los elevados precios que llegaron a 800 dólares en pista, atrayendo a seguidores del cantante español de Estados Unidos, resto de América y España.

Para quienes seguimos al cantante aragonés desde finales de los años 80, cuando apareció en nuestras vidas con El mar no cesa, aquella ópera prima híbrida de after punk y rock gótico de los legendarios Héroes del silencio, este martes en Nueva York fue definitivamente un día especial.
En mi caso vi tres veces a la banda de Zaragoza y ya más de diez a Bunbury desde aquel concierto de su gira Radikal Sonora en La Riviera, Madrid, allá por 1998.
El primer show de Héroes en 1990, la epifanía ecléctica de Pequeño, el definitivo abrazo a América de Flamingos, el baño de masas de Héroes en Valencia en 2007, la gira de despedida cancelada en 2022… Momentos especiales, entre los que se cuela dando un golpe en la mesa la declaración de intenciones de Nueva York.
Bunbury ha vuelto con una gira corta americana y española de shows únicos, dos horas de repertorio bien ensamblado y seleccionado al detalle, difícil después de treinta y cinco años de carrera.
Y este martes 18 de junio demostró por qué es la mayor leyenda del rock en español : por música y letras, por voz, por carisma, por ser un animal escénico, por compartir su amplio acervo musical, por haber creído en sí mismo.
Enrique Bunbury tuvo infinitas oportunidades de haberse doblegado a las críticas, a aquellas depravadas que a principio de los noventa le ajusticiaban por su imagen atractiva, su actitud arrogante y su voz engolada, decían.
Tuvo ocasiones pero en el maxi single Senda ‘91, conmemorativo de la gira Senderos de traición, Héroes del silencio decidió reproducir las crónicas más estrambóticas en el disco y seguir adelante sin mirar a los lados.
Nadie nos dice dónde podemos llegar, pero sí hay muchos que nos dicen dónde no llegaremos. Esto es algo de lo que debemos prevencir a los jóvenes, nadie llega a su Madison escuchando augurios.
Sentencia Eddie Vedder en el exterior del recinto neoyorquino “you ain’t nobody until you play Madison Square Garden”.

Bunbury ha tocado veinte veces en Nueva York y el martes pasado llenó el Madison.
Abrió con temas como Hombre de acción, Invulnerables -eléctrico tema de su magnífico último álbum, Greta Garbo– Despierta, y El rescate, personalmente emocionante porque me trasladó a una época de nuevos caminos.
La banda Los Santos inocentes estuvo al gran nivel prepandémico, por esta gente no pasa el tiempo, y Bunbury ejerció de maestro de ceremonias más seguro y humilde que nunca, dando gracias al público internacional y a la vida por haberle permitido volver a celebrarla juntos.
Y de repente, en ese coliseo y bajo las pantallas gigantes hizo dos canciones seguidas –Apuesta por el rock and roll y Las cosas cambian-, subimos la apuesta, calentando la noche hasta que explota con la insuperable De todo el mundo y la legendaria y poderosa Entre dos tierras, seguida de Sí para alegría colectiva.
Antes había sonado El extranjero, de texto tan necesario como el de De todo el mundo en estos tiempos insolidarios y convulsos.
Tras Lady blue se marcharon del escenario, volviendo para unos bises que incluyeron Parecemos tontos, un apoteósico Maldito duende entre el público, La constante y el precioso hasta luego de …Al final.
No cierre, porque el cantante español pertenece a todo el mundo hispano, a quienes asistieron a su concierto en Nueva York, a quienes lo están haciendo en Ciudad de México, Los Ángeles o Madrid y a quienes guardan recuerdos apegados a sus canciones sin suponerlo ni tener intención de verlo nunca en directo.
Porque las cosas no cambian tanto. Porque los clásicos son así.


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