La colección de canciones se degusta mejor con auriculares y calma, para percibir los sonidos que Enrique Bunbury ha logrado sacar en curso acelerado de rock electrónico melancólico y pausado y que en algunos momentos nos delatan a más de uno recordando cuando entre tanto grunge alabábamos y considerábamos rock la actitud, la pose, las guitarras de soslayo y la excelencia de “Violator”, aquella obra diez de Depeche Mode.