Taxi driver, microrrelato de Robinson Quintero

La ciudad está llena de fantasmas. Nueva York es una ciudad que arde. Tú haces parte de la cultura del trabajo y el esfuerzo. Eres Travis Bickle. Eres un veterano de Vietnam. Sabes que tienes una misión encomendada. Una misión que debes terminar a toda costa. Limpiar las calles de tanto animal nocturno es tu mayor objetivo. Dealers. Consumidores. Proxenetas. gente de la noche.

No eres un simple taxista de servicio público. Eres el azote de Dios que transita avenidas pululantes de violencia. Esta es otra noche. Una noche diseñada para ti. Los fantasmas de la urbe van de un lado a otro. Los puedes ver en las aceras. En los parques. En los callejones. Afuera de las tiendas 24/7. Siempre predicando el fin del mundo. Descifrando las más tortuosas visiones del apocalipsis.

Hay una chica. Siempre hay una en medio de la tragedia. En medio de este zoológico urbano. Es casi una niña. Su nombre es Iris. Tiene un chulo que la exprime hasta el hueso. Tú quieres tomar cartas en el asunto. La situación de Iris te deprime. Te aumenta el insomnio crónico. Desde que sabes de esta situación te has alejado de los cines porno de mala muerte. Pero aún te gusta conducir por los suburbios de Nueva York. No has abandonado para nada tú entrenamiento físico. Llevas un arma de fuego adaptada, oculta en tu brazo derecho. Tu historia es una historia real.

Sabes que toda sociedad enferma crea su sistema de defensa. Tú eres de los que siempre andan alertas. De los que van un paso adelante. Siempre tu corazón está decidido a actuar. Lo mismo tu mente y tu espíritu. No te rindes fácilmente. Quien se topa contigo, recibe su merecido. No hay vuelta de página. Alguien debe pagar la cuota de sacrificio. Son calles llenas de una euforia y un resentimiento. A cada segundo tú estás dispuesto a arder.

Conociste a alguien en esas calles salvajes. Un personaje extraño: Arthur Flake.  El producto perfecto de un estado fallido. Lo conociste en medio de una ciudad llena de basura, huelgas, epidemias. La primera vez estaba vestido de payaso y un grupo de adolescentes lo emboscaron en un estrecho callejón y le propinaron una golpiza extrema. Cuando intentaste levantarlo para darle una mano, comenzó a reír de manera descontrolada. Luego te dijo que no era nada del otro mundo. Que toda esa violencia sin control era producto de su imaginación. Pero tú lo sabes, son tiempos difíciles donde es todos contra todos.

La segunda vez que supiste de él fue en un vagón del metro. Te lo topaste otra vez por casualidad. La misma peluca ridícula. El mismo maquillaje deprimente. La misma ropa barata. Otra vez no paraba de reír ante el acoso de tres hombres borrachos en el vagón. Pero esta vez la historia fue diferente. Recibió la golpiza sin oponer resistencia. Y desde el suelo del vagón disparó a quemarropa a uno de los hombres. El resto es parte de la historia salvaje que a diario engalana las noticias principales de los diarios.

Ayer te enteraste de lo sucedido en uno de esos tantos programas de televisión en vivo. Un hombre vestido de payaso arremetió contra el presentador y otras personas más que estaban en el set. La ciudad ardió entera. La anarquía pobló las calles. Piensas en Iris. Dónde estaría ella cuando todo inició. Sigues deambulando por las avenidas en busca de un rastro suyo. Las sienes te palpitan. Hoy estás dispuesto a todo. No necesitas vestirte de payaso. Con el arma que llevas contigo, puedes hacer del mundo un paracaídas en llamas…

Robinson Quintero

Barranquilla (Colombia)

Imagen: IA

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3 Comentarios Agrega el tuyo

  1. dovalpage dice:

    Excelente relato.

  2. Alberto Rodríguez dice:

    Transmite la decadencia de las grandes ciudades. Excelente. (No sé si es intencional, pero el presentador que mata Arthur es «Travis» cierto?)

  3. Maravilloso encuentro entre estos dos personajes de la noche neoyorquina

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