Y Shawn James trajo el rock de nuevo a Madrid

Apoteósico concierto de Shawn James en la sala Mon de Madrid, en una noche fría y lluviosa del 9 de marzo, dentro de su gira europea que le está llevando por distintos países durante febrero y marzo.

Shawn James y su banda vienen de Chicago y es uno de esos artistas llamados a llenar grandes espacios en pocos años gracias a su infinito torrente de voz, la facilidad para componer canciones de rock envolventes, airadas y tristes a la vez, unas letras que nos llevan al far west y a los peores demonios internos, a la soledad, la duda, la desesperación y el renacer. A la belleza.

Hacía once años que había tocado en Madrid por primera vez, pero entremedias ha publicado un buen número de discos notables -tanto en solitario como con los Shapeshifters-, un disco y numerosos vídeos de impresionantes versiones –sabe llevar siempre la canción a su terreno, haciéndola un poco suya al margen de la original-, llegando a esta gira con una expectación de encontrarnos ante una estrella de las que ya no quedan.

Porque ¿cuántos cantantes de voz grave y tonos altos pueden aguantar las comparaciones con Elvis Presley, Chris Cornell, Layne Staley, Scott Weiland, Eddie Vedder o James Hertfield y salir indemnes?

Shawn James se encuentra en la liga de los más grandes. Parece cantar sin esfuerzo, a veces torsionando las cuerdas vocales cuando la canción lo requiere para aportarle dramatismo y a veces, increíblemente, pasando de la voz profunda al más lírico falsete –aconsejamos su versión de Can´t stop falling in love, de Elvis Presley.

Concierto de Shawn James en Madrid, 9 de marzo de 2024

El concierto comenzó con él solo sentado al piano Yamaha en un medio tiempo precioso para bajar la guardia a dubitativos -este hombre se educó musicalmente en coros de gospel- y, poco después, estaba disparando la primera ráfaga con The curse of the fold, uno de esos temas que comienzan deambulando entre cactus, serpientes de cascabel y botellas de Jim Bean y que terminan con toda su banda, rítmica y perfectamente acompasada en un crescendo en el que genio del fiddle Sage Cornelius deja entrever que él es un show en sí mismo.

Relajado, el cantante norteamericano da las gracias y se adentra en su obra, con maravillas como Orpheus y The thief and the moon, cuya letra es la onírica conversación entre un ladrón y la luna, absolutamente aconsejable para comprender la calidad del Shawn letrista.

El artista de Chicago nos brinda una inolvidable I want more, con su melódico estribillo I want more of good thing that makes me feel; you want all I have to give, sounds like a fairy deal.

A esa altura del concierto, la guerra ya está ganada pero hay que divertirse, añade que ya no hace versiones pero en su primer concierto en Madrid hizo Ain’t no sunshine when she’s gone y nos depara una divertida versión en la que los coros de I know I know I know I know… se ven pausados cuando se sienta a tomar cerveza y hace ademán de necesitar más, antes de volver al micro.

Efectivamente, para entonces la sala ya es una comunión perfecta con la banda que despacha cuatro temas de su último álbum conceptual, Honour and vengeance, en homenaje a Ennio Morricone, el árido sur y toda su imaginería histórica.

Tranquilamente, Shawn James admite que durante un tiempo ha pensado mucho en la muerte –previamente dedicó una canción a un amigo que perdió tras pasar cuatro años en Afganistán-, que finalmente decidió hacerla su amiga y nos sorprende con Muerte mi amor, el single de Honour and vengeance, maravillosa con el bajista a la guitarra acústica y él en español con los brazos atrás.

Alguien en primera fila le pide algo y contesta “I’m gonna get in trouble if I sing this song” pero accede y nos regala una majestuosa versión de The number of the beast, de Iron Maiden, con Sage Cornelius haciendo saltar chispas en su solo de fiddle que por momentos parece una guitarra eléctrica de Hendrix o Led Zeppelin, mientras se mueve compulsivamente, se abalanza sobre el público y se quita el sombrero para hacer head banging desmelenado en los últimos temas del concierto, completamente eléctricos.

Eso sí, antes de la salva de disparos finales a la guitarra eléctrica, fiddle, bajo y batería, en algún momento con reminiscencias trash metal, nos recuerda la importancia de querernos, de respetarnos y de ser conscientes de nuestra propia identidad cuando nos digan que no merecemos la pena. Lo hace con una canción que nació en ese terreno: la ya mítica Through the valley, con la que nos ayudó a añorar algo menos al admirado Chris Cornell, que nos dejara ya hace años casualmente en Chicago.

El show termina pero rara avis habemus, una estrella mundial se baja del escenario a saludar a los fans y les indica que en dos minutos estará en la puerta del local bajo la llovizna madrileña –el local es una discoteca y en sábado por la noche tienen que acoger a su público joven, ávido de sonidos latinos-, donde acabamos charlando con él, agradeciéndole por el respeto que muestra a la música de raíz y a los maestros a los que pudimos ver en su día, le decimos que su voz está entre las elegidas y vaticinamos que acabará haciendo estadios en América, nos pregunta nuestros nombres y de dónde somos, hablamos de mantener la música para los jóvenes, se muestra relajado y sin prisa y vertiginosamente nos emplazamos a contactarle para una entrevista tras la gira, when the music’s over, que cantaba Jim Morrison.

De vuelta a casa, en el coche, le escuchamos de madrugada bajo la lluvia.

Abrazos, música y salud. Poco más os deseamos.

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