Inocencia
La luz se asoma
y por el ventanal
dibuja la silueta de tus dedos:
hoja de higuera
y manantial de marfil
cubriendo suavemente
el perfil
de mi desvergüenza.
Allí, en paraísos sin fin,
huyendo de toda conciencia.
Cuál es
Cuál es el motivo de tu fuego.
Qué ardes.
Dónde te ha empujado la deriva.
Por qué tiemblas
si la luz está de tu parte.
Cómo te cambió la noche.
Hasta cuándo te han sangrado las preguntas.
Tras quién andas cuando miras al espejo.
El cuento tantea la respuesta
y sólo balbuceas un segundo
del hogar
que quieres retener con la punta
del pulso de tu miedo.
A la diana ni te asomas
cuando quieres cobijarte
de las flechas del mal tiempo
y la catástrofe
silabea sus ladrillos en cada detalle.
Ya solo lames celdas.
Y tú, que querías
construir un castillo
de gris moral y recuerdos,
ahora tiemblas intemperies
sin sal, ni calor, ni razones.
Al cobijo de la yesca.
A la merced de un viento
pronunciando esa ausencia de tu fuego.
Cómo proteger ahora
que no te alcanzas a ti mismo.
Cómo proteger ahora
que no te prendes ni a ti mismo.
Y tú que querías ser el barco
y acompañar al más allá la compañía,
apenas eres balsa
y eres la máxima certeza del naufragio.
No me preguntes más.
No te preguntes.
No le preguntes nada más.
Cuando ya no reconoces
ni tu fuego
te has perdido todo el baile
entre las sombras.
Sin átomo ni ventana
a la esperanza.
Cuál es el silencio de tu fuego.
Qué ardes.
Dónde te plegaste a la deriva.
A quién le tiemblas
cuando luz no está de tu parte.
Cómo te secó la noche.
Hasta cuándo te sirvieron las preguntas.
De quién huyes cuando miras al espejo.