Marzo, aborrecible y sin trabajo. Después de la entrevista —la tercera de este mes—,
Germán Huesca salió a la calle con plena conciencia de su fracaso. El sol comenzaba a
declinar entre los edificios de una ciudad caldeada en el aire imbécil de las cuatro. Caminó
sin rumbo, las manos hundidas en los bolsillos del pantalón. Se detuvo frente a las puertas
de una cantina, atraído por el jolgorio de un conjunto que entonaba sones y matanceras.
trabajo
Durante tres años estuve trabajando todos los domingos y festivos del año en una empresa de oxígeno y aerosolterapia a domicilio, no cargaba botellas a los hombros pero pasaba diez horas recibiendo pedidos, quejas y haciendo albaranes infinitos para todo Madrid. Fueron días de libros de Cortázar, apuntes de derecho procesal, bocadillos de ternera con pimientos verdes y almacenes en un polígono al final de la calle Embajadores…