En donde nadie te abrazo ni te dice te
quiero, donde no conocen el respeto
ni la empatía ni los celos ni los besos,
clandestino es el amor, prefiero…
Poesía
Cuando lo miro
es como despertar de un sueño,
como hacer estallar
esa burbuja de seguridad
en la que me creía encerrado.
Yo lo intento, me afano, procuro, pongo interés.
Cada mañana me visto del blanco inmaculado de mis ideas y prejuicios.
Me esfuerzo en ordenar la vida por estantes, tal como decís.
Llevo tiempo leyendo la poesía del joven bonaerense Facupoeta, alguien que te dice que no maneja el email […]
si fuera un poeta de verdad
escribiría como Janés, Ferrater
o Papasseit, rebeldes y jóvenes,
hechos de tardes, vértigo
e inacabables historias…
Imaginad un pequeño libro exquisitamente enmaquetado, de elegante portada negra ilustrada con un hombre enfundado en un gabán, dándonos la espalda mientras su silueta se adentra en la oscuridad como en las historias góticas, como en las novelas negras, como en las novelas gráficas de ángeles caídos.
Calienticos en sus casas frente al televisor se quejan y hablan de lo que no harían…
Eso que a muchos mata y a otro centenar exilia, ellos los de los días iguales viven esperando que el día termine.
Recuerdo quedar a oscuras,
paralizado,
y recuerdo una mano tendida.
Nunca he tenido miedo
a caminar contigo.
Pasaba por aquí y se me escapó un te quiero.
Un te echo de menos, hoy que pasaba por aquí
Transitaba por este 23 de febrero y se me salió de uno de los bolsillos, ésos en los que siempre llevo un roto.
Transitaba por aquí y me sentí ausente.
Espero que nadie tropiece con él, que no moleste, que no detenga el paso rítmico y eficaz del que siempre va y viene a los mismos sitios.
Pasaba por aquí
…y con los años
nos desacostumbraremos
a la paciencia,
a la prisa, a la fiesta
de las tardes de hojas cayendo…
Lluvias intensas
que son más hermosas
tras los cristales.
Destellos
y estruendo
que sobresaltan estos sueños ligeros
que nos unen en el sofá.
Nuestro apreciado Antonio Ramírez Pedrosa comparte este sentido homenaje de un joven que, como todos, necesita encontrar palabras de ánimo, un discurso adecuado, un aliento, una luz que seguir cuando se está empezando. Y, terminando la adolescencia, tuvo la suerte de encontrar a Joan Margarit en una graduación entre alumnos despistados.
Debería existir un Dios que evitara que las historias se alargaran más allá de la torpeza.
Un dios que no naciera del miedo a vivir.
Un dios sin premios ni castigos.
Debería existir el dios de los errores.
Sucesión continua de cuerpos en el espacio En una semana podemos pasar por el realismo sucio familiar, el […]
Por esta elegía cruza como el rayo el pobre Lolo, ejecutando su acrobacia sin parangón, derecho hacia la muerte sin reparar en ella, cumpliendo con su deber de cancerbero, para acertar de pleno con el inmisericorde poste. Para abrirse la testa como una fruta prohibida, como una granada de pena