De acuerdo, padezco una miopía galopante pero no creo que sea para tanto, pensó Jeremías Bullwright al no ser capaz de distinguir los cuadros azules de su cuaderno. Sólo entonces y obligado por la necesidad limpió las gafas con la parte interior de su camisa, no fueran a quedar microorganismos sonrientes a plena luz del día.
Se había levantado dos horas después de despertar, cuando ella se incorporó sobre la cama vistiendo lo que a él le pareció un pantalón blanco, ceñido y planchado, para darle un beso escueto y tierno.
El olor de ella.