Las listas, ya sean acerca de las cosas que deseamos hacer antes de morir, de la compra o sobre cualquier cosa que imaginable, nos acompañan desde la escritura misma. En ocasiones son salvavidas contra el olvido. Otras veces un reflejo de nuestra vanidad. Ya sean los amantes con los que soñaba Marilyn Monroe llevarse a la cama, el Canon Occidental del petulante Harold Bloom, o la lista de canciones que grabábamos en un casete para encandilar a la compañera de clase sentada a nuestra derecha.
The Doors, banda superlativa, por la especificidad única que le imprimió el Fender Rhodes Piano Bass del tecladista Ray Manzarek y desde luego por el aura de su frontman, Jim Morrison, poeta, pensador, cantante, uno de los personajes más reconocibles y reconocidos de la Historia de la música popular, en cuanto a influencia de su obra y pervivencia del mensaje y de la misma persona física en el imaginario colectivo, nivel Elvis, Dylan, Lennon, Sinatra y poco más.
…Al día siguiente, en vez de ir a clase de derecho laboral, administrativo o cualquiera de aquellas vainas, me metí solo en la sesión de media tarde para repasar y saborear. Para intentar comprender. Supongo que por ése y muchos otros tics ella escapó y yo la dejé marchar, no estaba preparada.
… Custodiados por cómplices crepusculares
nos fugamos a cincuenta metros cuadrados de la vetusta ciudad.
Allí, entre paredes naranja memoricé tu cuerpo trigueño
recorriendo los senderos que fluían a los atajos más profundos.
…“19:58: lo peor, los dichosos aplausos… Si algo bueno tenía este país era la impuntualidad y esto siempre empezó a sonar a las 19:58. Gracias al cielo, desde que me puse los cascos con el Resistiré de Barón Rojo no los oigo”.
… Estuve esperando en la fila, con pose beat, mi turno para entrar. Inquieto. Huérfano de un libro de Kerouac o Allan Ginsberg con el que escudarme y proyectar a su vez una falsa aura de intelectual despreocupado con ganas de entrar al ring para disputar una velada amañada. En esta ocasión mi única compañía eran una vieja libreta y un bolígrafo, ya que tenía que escribir un artículo del concierto para la revista de mi universidad.
Calma, grungies, que nos conocemos. El viernes Pearl Jam estrenó su película “Gigaton Visual Experience” en Apple TV y tras unas semanas escuchando su esperado álbum “Gigaton” -el anterior, “Lightning bolt”, data de 2013 lo cual denota un desidia preocupante o simple honestidad- debemos decir que se trata de un disco notable que dejará algunas canciones celebradas en el setlist de sus directos : temas como “Who ever said”, “Quick escape”, “Dance of the Clairvoyants” o “Never destination” pueden crecer ante el público con la voz desgarrada de mediana edad de Eddie Vedder, quizás gritando sinceramente contra lo inevitable como cuando escupía aquello de “This is not for you”. Lo inevitable ahora es distinto, si bien no menos aterrador aunque se lleve con aparente entereza.
El rock de principios de los 70 marcó uno de los momentos más algidos en cuanto a creatividad y número de bandas y artistas emergentes que rompieron barreras en distintos estilos. Led Zeppelin, Deep Purple, Queen, David Bowie, Iggy Pop, T-Rex, Lou Reed, Kiss, Frank Zappa, Pink Floyd… Todos grandes pero algunos con altibajos en su carrera y otros, desgraciadamente, pronto desaparecidos.
No es el caso de Pink Floyd, quizás la banda más grande del mundo si tenemos en cuenta su calidad, estabilidad, longevidad y huella que extrañamente va a más con el tiempo. Como los clásicos, como el buen vino, para quienes quieran iniciarse hoy hacemos una breve reseña de sus quince obras maestras.
Recuerdo aquellas noches interminables de verano escuchando “Polvo de estrellas” de Carlos Pumares donde descubrimos Moon river, supimos […]