Y ya sabes
que a mí me gusta acabar los poemas
con el verso perfecto,
eso que empieza en un papel
y acaba en tu boca.
Las fechas, sus conexiones y los padres. Al final, cuestiones que nos obsesionan. Por cierto, aunque parecía un gato huyendo por una cocina, también me gustaba la enigmática Yoko, esa mujer oscura que sedujo y acogió a nuestro niño abandonado de posguerra y que en el 80 dejó grabado su orgasmo sonoro en “Kiss, kiss, kiss” para los niños autodidactas cuya educación no tutelan suficientemente sus progenitores.
Aprendí,
gracias a ti,
a ver los colores esenciales de las cosas,
el color de la gente,
el color real de tus ojos oscuros
y hasta el color que sugiere
cada una de las canciones que me cantas.
En el número 79 apareció un poema firmado por Encabo, a la sazón mi segundo apellido paterno, junto a textos de Juan José Millás, Antonio Escohotado, Quim Monzó, Ray Loriga, Juan Manuel de Prada y Javier Corcobado. También aparecían otras firmas que, como la mía, se perdieron en otras cuitas.
En el año olímpico de Barcelona 92, un andaluz rumbero flamenco con gran flequillo ya algo canoso y porte desgarbado arrasó con un disco que invitaba a bailar. Se trataba de Kiko Veneno y la colección de canciones “Échate un cantecito” con clásicos como “Lobo López” y “En un Mercedes blanco”.
Todo podría empezar con el continuo roce de sus manos camino del amanecer. Sin miradas de por medio. Ignorando si la experiencia es compartida o si para ella es un mero reflejo por el cansancio acumulado durante una noche de bailes y pastillas. El tacto de sus dedos, devorándose en movimientos circulares, hasta llegar a sentir un orgasmo epidérmico de origen desconocido. Un ovni sexual.
Somos felices, tenemos derecho a ello incluso cuando fallan los cimientos. Negamos la demolición, en eso consiste la única revolución fructífera que hoy se nos permite. Y no es poco.
Amigos, familia en dosis adecuadas, música, naturaleza, un gato, cerveza, caricias, seducción…, belleza.
Inocencia La luz se asoma y por el ventanal dibuja la silueta de tus dedos: hoja de higuera […]
Los caracoles, una vez finalizada la tormenta, asomaban sus cabezas viscosas y comenzaban a desfilar parsimoniosamente por el jardín. Y nosotros sentados en la parte de atrás. Tú con tus pies descalzos apoyados en la mesa de cristal, esos pies maravillosos que sabían a vino y portada de revistas.
Hoy dejamos los US y nos vamos a Paris, de donde salieron locos como Manu Chao y el misterioso dúo Daft Punk, capaces de hacer bailar a los muertos. De la “patchanka” multicultural al techno con clase, bienvenue la folie de Paris.
Las basuras serán molidas en las lavas, los rascacielos volverán a ser arena y el asfalto será sabana verde
y nosotros, seremos un triste recuerdo, fósiles olvidados; enterrados en la historia.
Descansará al fin la madre de un hijo mal parido.
Un hombre en camisa de rayas y bluejeans desteñido venía hacia mí con los brazos abiertos, pisoteando las margaritas tiernas de un césped verdemar. Yo, muy vestida de blanca novia, con velo y cola y corona de azahar, corría a su encuentro. Ya íbamos a encontrarnos, ya se oía a lo lejos la música de Wagner y el coro de las ninfas cuando un violento aullido del teléfono me hizo trizas el matrimonio.
New York, la historia de Ryan Adams y una historia nuestra.
Yo era director de exportación de una fábrica de cárnicos, bajé a comer al restaurante y en la mesa alguien dijo que un helicóptero chocó contra el World Trade Center de Nueva York. Un accidente. No, un avión. No, los accidentes no existen. Quince minutos después seguíamos viendo imágenes en directo, no recuerdo que habláramos, ni siquiera las inocuas conversaciones de compañeros de tantos días, sólo mirábamos. El segundo avión se incrustó en la otra torre y la tarde, al igual que la mañana se borró. Sólo quedó ese momento para siempre.
En cierta ocasión recuerdo haber leído que Bob Dylan dijo no escribir canciones, que únicamente servía como receptor…
Hoy damos la bienvenida como colaborador en Profesor Jonk al brillante joven poeta madrileño Antonio Navarro Vázquez, autor del poemario “Ángeles y condenas” , disponible en Amazon, rockero que ha grabado y hecho carretera, filósofo y adicto al blues, que soñó hacer las Américas tocando en los clubs de Los Angeles y ahora nos regala su poesía en SoundCloud. Viviendo rápido y sintiendo lento. Como debe ser.