Recientemente descubrimos la poesía de Antonio Ramírez Pedrosa, que dice encontrar en ella la única forma de poner de acuerdo a todos los alter egos que habitan su cabeza y que, siguiendo esa premisa, ha publicado varios libros, el último de los cuales se titula “Mi tiempo en tu reloj”, obra con la que está recaudando fondos para construir un hogar en India para una familia vulnerable.
Como la poesía. Pequeños gestos que cambian la realidad, nada es inmutable, que -como dijo Antoine de Saint Exùpery en El principito- “lo esencial es invisible”.
Los colores primero
Aprendí,
gracias a ti,
a ver los colores esenciales de las cosas,
el color de la gente,
el color real de tus ojos oscuros
y hasta el color que sugiere
cada una de las canciones que me cantas.
Nunca supe decirte
qué color veía en ti.
Diría que te mezclabas
entre el rojo aterciopelado de tus labios
y el azul de una noche
al filo del mar.
Recorro recuerdos lejanos y busco
de nuevo
el color de tus besos,
de tus abrazos
y de todos los suspiros
que interrumpieron los orgasmos.
Estallan
en diminutas motitas plateadas y azules
y caen para mojarnos en este abrazo
que no termina.
Aprendí,
gracias a ti,
a ver los colores primero
y dejar para luego
todo lo demás.

Una habitación con una vista
El eco de tus pasos recorre la habitación
sobre este suelo de madera que hace crujir el frío.
Pierdo la vista a través de la única ventana
que ilumina torpemente mis cuatro paredes blancas.
La imagen inmóvil de una puerta cerrada
de metal oxidado y pintura descamada
es lo único que contrasta en esa pared de ladrillo viejo.
Intuyo un jardín salvaje al otro lado
o quizá desierto
tierra seca
o asfalto quebradizo.
¿Llegará la primavera
a todo lo que llena el olvido?

@profesorjonk redescubre la poesía de cuando escribías en papel y los bares eran catedrales y los fanzines el credo a seguir, de cuando los vinilos sonaban toda la noche frente a la butaca, con “La poesía de Encabo en el fanzine alternativo Monográfico”

@jdazdeceriojackson nos fija la vista en los pequeños detalles, le obsesionan los detalles hasta hacernos temer que le pueda partir un “Rayo”